16 de diciembre de 2007

Amantes... contradictorias

El estaba leyendo, en un puff de cuero, fragmentos de un libro. Ella se deleitaba pintando en la mesa frente a él. El gato dormía en las piernas de ella y no había más ruido que el que provenía de la calle. El leyó algo de un posible suicidio ante el mal de amores que embargaba al protagonista del libro. Ella, sin levantar la vista de su pintura, dijo:

-La gente coquetea con la vida, ¿no? Pero, ¿y si la muerte no fuera más que una amante celosa que, al vernos coquetear con la vida, de puros celos, nos manda un porrazo por la cabeza y nos llevara con ella? ¿No te parece?

-... (Ojos abiertos, mirada fija, sonrisa amplia)

- No sé, se me ocurre pensar eso...

- ... Visto así, podría ser...

23 de octubre de 2007

Lluvia

Llueve sobre mojado. Ayer llovió un manantial. La tierra seca lo agradece. Hoy, llovió un galón. La tierra, aún mojada, lo agradece. Muchas plantas que van a nacer lo necesitan, muchas calles sucias se han lavado, muchas tristezas se han ido, muchos caminos se han esclarecido tras aplacar el polvo con el agua que ha caido del cielo. La lluvia tiene, para mí, un significado asociado con lo más visible de ella y con lo más místico que la rodea. Limpia y lava, aplaca y calma. Es el momento para reflexionar.

Hoy he visto la lluvia caer y, curioso, me ha dado tiempo para reflexionar. Y he visto lo que he cambiado en mi relación con la lluvia. No sé bien en qué momento dejé de considerarla aquel elemento de melancolía que me desataba una ansiedad interna y me movía las emociones, para pasar a ser este elemento de limpieza y contemplación.

Gota a gota empiezo a pintar un nuevo mundo para mí...

Libros

Grandes montones de papeles. Libros. Se apiñan en las mesas, se organizan en los estantes, se desperdigan en la mente. Muchos libros, algunos inaccesibles. Otros, simplemente inalcanzables. Tomos de saber. Innegables y vetustos. Modernos y contundentes. Asociados o desconectados. Libros. Cinco pisos de ellos. Me dicen que es una de las bibliotecas más grandes del mundo. La más grande antes de la de Alejandría. Filosofía, ingeniería, sociología, historia, psicología, matemáticas y cálculo, ciencias puras y no tan impuras coexisten en este galpón vasto donde el saber se organiza, se clasifica, se agrupa, se remite, se explora, se debate, se anula y se recrea en silencio....

Shhhh... Estamos en la biblioteca, hay que hacer silencio. ¿Será acaso para que nadie se dé cuenta de que el saber no está únicamente en los libros sino también en la cotidianidad bullente, trepidante, radiada y deslizante que corre en las bicicletas que transitan por las adoquinadas calles que rodean este “templo del saber”?

Shhh... Creo que algunos de los estudiantes más hábiles no lo saben, pero otros sí, dejémoslos que comparen sus descubrimientos con los únicos que no saben que afuera hay más lecciones que podrían dejarlos inutilizados: los libros.

22 de octubre de 2007

La rosa-madre

Ayer la ví, con su cara de rosa blanca, fresca, clara, linda. Esa tristeza en sus ojitos me habló. La han maltratado, ayer me lo confesó. Su relación conmigo es muy tímida y ella no es muy abierta a hablar conmigo de nada sobre “eso”. “eso” se refiere a un hombre que la dejó, enamorada, por otra. Y la dejó esperando un bebé de él. Y la dejó diciéndole que él estaba seguro de que no la amaba a ella sino a la otra chica.

Ella, que tan dichosa se sentía por tene rese bebé que era no sólo de ella sino de él, se sintió perdida. Y se ha perdido varias veces. Primero se creyó culpable del fin de la relación. Luego culpó al bebé. finalmente, a la otra. Nunca a él. Nunca. No todavía...

Y ayer la ví, con su carita de rosa blanca, fresca, clara, linda. Como si el rocío no la abandonara nunca. Sostenía a su bebé lindo, luminoso, sonriente. Y esa tristeza de los ojos de ella hacía que él la mirara sin cesar, buscando consolar, aún sin palabras, a su madre triste. No me aguanté y ante ese cuadro íntimo sólo atiné a decirle:

“Este momento es para tí, tienes la capacidad de seguir adelante y ahora, después de un tiempo de que todo pasara, estás en un momento para tí. Eres como un rosal después de la poda. Estás hecha palitos y raices, no te quedó nada... en el exterior. Pero por dentro tienes toda la energía para producir las más bellas rosas... quiero verlas!”

Ella, como las rosas blancas, tímidamente sonrió. Entonces supe que estaría bien.

1 de octubre de 2007

La rosa sin alma.

Una rosa tatuada en el tobillo -una "marca de guerra", como la llamaba ella- era todo lo que me quedaba de su recuerdo. Fumaba un cigarrillo tras otro mientras me contaba su vida. y el humo inundaba toda su cara, mi cara y hasta mis narinas.

Rubia, como son los campos de trigo. Con una cara de niña buena. Oirle decir todo lo que contaba parecía increible. Resultaba todavía más atroz, más cruel, su historia personal cuando le veías esa frescura de los 25 todavía en la cara. Si mirabas a los ojos en medio de la densa nube de humo veías que se trataba de una mujer mucho mayor. Ella decía que ella era como la rosa: llena de espinas para defenderse de sus atacantes. Los pétalos, eso es seguro, le cubrían el rostro. Todavía no terminaba de florecer y le habían rociado gasolina alrededor del rosal.

Trabajaba yo por la época en una revista. Tenía una columna y quería proponerle a mi jefe una serie de reportajes sobre el abuso en la pareja. De ambos lados, de hombres y mujeres que se sentían abusados o que habían sido víctimas de abusos. Antes, claro, tenía que ver cómo orientar la temática. Decidí que, para darme ideas, debía consultar con los conocedores de la materia. Luego, salí a la calle: me parecía tan interesante el abuso físico como el psicológico y el patron sádico de las víctimas de ambos tipos de abusos. Decidí que sólo el contacto con los verdaderos implicados me daría más luces sobre el tema. Fue así como al encontré a ella. Bueno, no exactamente, a ella la encontré en medio de mi camino, como si ella viniera a mí más que yo a ella.

Y sí. Estaba sentada en el café aquella tarde, pensando en visitar un centro de reclusas... celos, homicidios, dealers, amor y pasiones, todo se mezcla en esos sitios de maneras tan alucinantes que la moral se vuelve elástica como el chicle. Y allí llegó ella. Pasó al lado de mi mesa, se sentó en otra diagonal a mí, frente a mí. Me observaba con su cigarrillo en la mano, humeando, y no me observaba a la vez. Era un asunto incómodo para mí y no me atrevía a hablarle porque parecía menos deprimida que agresiva. Recogió su cartera y fue a sentarse en mi mesa, justo frente a mí. Apoyó sus codos en la mesa y echaba humo como un dragón mientras me hablaba con su voz grave "¿Tienes contacto con algún ente poderoso de la sociedad? ¿Te puedo contar mi historia? ¿Me puedes hacer famosa? Quiero ser famosa alguna vez en mi vida... ¿Sabes?"

A los 24 terminó su carrera universitaria. Niña de buenos modales, de familia venezolana promedio, de buenos principios, con un solo novio conocido por su familia. Tres más en el pasado, 2 de ellos de dudosa reputación, pero uno solo conocido por su familia. Su madre le había dicho que él era un poco autoritario pero ella le insistía que no. El le propuso matrimonio y ella aceptó. El partió al extranjero por razones laborales. Ella lo siguió. Fue allí donde comenzó su desventura...

Europeo desde la cuna, criado entre invierno y primavera, en una tierra donde el verano dura poco, ella se vió enfrentada violentamente ala rigidez de los cambios estacionarios, el idioma que desconocía, los roles de nueva esposa, la familia política, la ausencia de amigos, la falta de trabajo, la ausencia de la familia y el cambio de tradiciones culinarias. El hizo el mínimo posible en todo el sentido de la palabra: el mínimo posible de atención, el mínimo posible de demostraciones afectuosas, el mínimo posible de consideraciones, el mínimo posible por ayudarla en sus trámites de inmigración y búsqueda de empleo.

A ella le pareció lógico que él le dijera que tenía que adaptarse. La extranjera en ese país era ella, no él. Así que aceptó la falta de calefacción en los cuartos, pensando que eso era lo normal. Aceptó que calentar la ropa antes de dormir podía producir un incendio así que cada noche, una hora antes de ir a dormir, la bajaba a la sala para que se deshumidificara y ganara algo de calor antes de ponérsela, hacía las compras antes de que él llegara para hacer la cena y comer juntos, tomaba una ducha en un baño que tenía apenas 5 grados por encima de la temperatura exterior y se tomaba sus vitaminas para evitar enfermarse nuevamente de gripe... Luego de cenar él fregaba y se veía a ve rla tele y ella ordenaba todo antes de irse a la computadora a buscar trabajo en un idioma que no entendía.

Violencia psicológica... pero de otra forma. El ignorarla totalmente hizoq ue ella creyera que, en realidad, ell ano era ni especial ni relevante, que eso era lo normal y su vida no era meritoria de un poquito de ternura. Lloraba antes de dormir, dormía pensando que él amanecía muerto y a ella la acusaban de homicida y pasaba el día aprendiendo el idioma, lavando ropa y cocinando.

Un día pensó que la muerte por arrollamiento de un tren debía ser algo dantesco. Y decidió que no tenía por qué pensar en eso, que ella bien podía regresarse a su país y darse un tiempo para descansar, para reevaluar lo de ellos, para ver si ella estaba dando demasiado de sí o si era algo normal y ella no tenía suficiente energía para todo...

Nunca volvió. El la hizo decidir si quedarse para siempre jamás o si partir para nunca volver. En 48 horas. A las 12 horas de llanto ininterrumpido, le pidió que la dejara ir. La angustia le consumío el cuerpo y perdió 8 kilos en 3 semanas... las 3 semanas antes de decirle que quería ir a su país natal a pensar un poco en ellso como pareja y su deficiente desempeño en el proceso de adaptación.

Ahora me lo contaba todo en medio de un tratamiento psicológico, "sin fármacos, no? No me gustan las pastillas para adornar mi vida... me gusta verle los colores fluorescentes y los grises también." Era la misma de antes a nivel físico. Era unos 10 años mayor en la mirada. "Mi alma no está conmigo, sabes? No sé dónde está. Siempre ando un poco triste, aunque sé que aquí es mi casa, tengo un trabajo, mi familia, mis amigos, nuevos amigos y me disfruto todo, tantas cosas... pero es como si por dentro me quedó un hueco que no logro llenar... sabes? Y ese hueco, creo yo, lo lalmo así, es mi alma."

Era una rosa sin alma que lloraba a ratos y se defendía sin ser agredida...

28 de septiembre de 2007

Gárgolas

Gárgolas. Las veo por todas partes en esta ciudad. Y son horribles. Caras demoníacas, caras grotescas, caras suplicantes, indulgentes, atormentadas. Caras con orejas puntiagudas, con cejas crespadas, con lágrimas de piedra. Caras deformes, dragones, serpientes. Parece que las bocas de todos esos seres eran dignas de escupir el agua transparente que limpiaba los techos de aquí. Bocas malditas, bocas infames, bocas exageradas, bocas clamantes, bocas pecaminosas, bocas que vomitan los excrementos de los pájaros mezclados con el polvo y la lluvia de esta ciudad. Y quizás, también vomitan todo su dolor, su pena, su rabia, su arrepentimiento, su ira, su maldad.

Son gárgolas para mirar, para admirar, para imaginar, para reir, para conmoverse, para aterrarse, para impresionarse, para temer. Su existencia está dada por el simple hecho de que, en la época, no se sabía nada de canalizaciones ocultas en las paredes ni de tubos que bajaran hasta la calzada. Su morfología es un asunto de fe: a la canaleta de los techos se la remataba con un ser de estos para evitar que el edificio fuera víctima de malos espíritus, demonios y descarnados que penaban en el limbo. Donde quiera que eso fuera... allá entre el cielo y la tierra.

Paso en bicicleta y las vuelvo a ver a la luz de los faroles eléctricos. Detallo sus sombras y me las imagino alumbradas con candiles o, mejor aún, antorchas. Las considero, como parte del paisaje, y resultan el único elemento decorativo bonito e importante de esta ciudad tan espartana y vetusta en sus construcciones. Las calles laterales son de piedras, algunas principales también, la bicicleta me cansa y camino mucho mientras otros ciclistas pasan, un poco embriagados por las cervezas y el hastío, gritándose cosas. Las gárgolas siguen allí: Aquella se agarra desesperadamente las mejillas, la otra entorna los ojos al cielo en un gesto de súplica, la de más allá me maldice con sus ojos. El dragón de la esquina resguarda la zona con su boca bien abierta, dispuesto a lanzar fuego en cualquier momento. No llueve, no ventea. Mejor así porque todas lucen sus bocas bien abiertas y pareciera que pudieran dañárseles las cuerdas vocales.

Sigo andando, sola, por vías que no conozco en esta ciudad donde soy otra turista. busco mi camino y no puedo evitar meterme en calles con construcciones importantes donde sé que habrán otras más de estas peculiares criaturas. ¿Será posible que llegue a amarlas?

El trayecto se ha hecho largo, estiro la pierna y de un brinco me monto en la bici. Pedaleo por una calle adoquinada, húmeda e iluminada y me pierdo en la noche que me quita este farol y de la que me protege esa gárgola demoníaca a mis espaldas...

11 de septiembre de 2007

La momia que seré yo

En la National Geographic de este mes hablan del descubrimiento de otra momia de la Edad del Hierro. Esta es la del Hombre de Tollund, un joven hombre que fue hallado en un pantano danés y cuyo posible origen inquieta aún más a los científicos, conocedores de que nunca encontrarán las respuestas ciertas a todo el misterio que le rodea.

"El hombre -o lo que quedaba de él- surgió de la turba en un pantano irlandés (sic) en el invierno de 2003. Su cabello conservaba el peinado que usó al final de su vida, muy corto atrás y de 20 cm de largo en la parte superior, donde se elevaba en un copete endurecido por resina de pino. Esto era sólo el inicio del misterio." (Karen E. Lange. National Geographic. Septiembre 2007.)

Así comienza este artículo que me puso a pensar en muchas cosas, incluido mi implaneable futuro. "¿Si a mí me encontraran en unos 1600 años qué encontrarían?" Y me he dado cuenta que no hemos cambiado mucho como especie humana. Ese hombre usaba una resina en el pelo, se cuidaba las manos, no tenía casi ropa cuando lo hallaron pero pudo ser de algún alto estrato de la sociedad a la que pertenecía. Murió, según una nueva teoría, por sacrificios rituales para honrar a los dioses. Es el único representante que tenemos de la sociedad a la que perteneció. Fue enterrado en un pantano, un sitio que su sociedad consideraba un portal entre dos mundos.

Seguí pensando en las cosas que descubren los antropólogos, científicos y hasta los vulcanólogos (con el caso de los restos en la extinta Pompeya) y me quedé pensando en lo frívolo que somos los humanos. Lo comentaba con alguien que me dijo "eso es parte de la naturaleza intrínseca del hombre". Y le creo. Somos así desde siempre.

Yo tengo un año y 8 meses en "modo indispensable" y casi todo lo que no fuera ni indispensable ni necesario me parecía frívolo. De un tiempo a esta parte empiezo a retomar ciertas cosas, me doy cuenta de otras y hasta empecé a hacer cosas que antes (hace 3 años) hacía con total normalidad. Estoy reconstruyéndome, ya lo he dicho. empiezo a interesarme por las cosas que me hacen lucir bonita, que me hacen lucir arreglada, que me llenan los sentidos del gusto, del tacto, del olfato o de la vista. Estoy llenándome de frivolidades. La florecita empieza a asomarse aunque el alma todavía no se encuentra acoplada al cuerpo y todavía no llega a su "aquí y ahora".

De todas formas, de ese encuentro con las momias saqué en claro que, de tener 1600 años más, si me hallaran en un grado tal de conservación, seguramente encontrarían:

1) Una piel correosa muy bien presentada (característica de las momias, no porque yo soy yo)
2) Un cabello cortado de manera uniforme (tan largo atrás como adelante)
3) Un peinado hecho a base de químicos de cadena larga, corta y zurcida.
4) Unas uñas arregladas, normal en una venezolana.

Si acaso mis ropas, de marcas variopintas y bastante masificadas, así lo permitiesen, no sacarían nada en claro sobre mi origen o mi estatus en la sociedad.

Y, aún así, sería el único representante de mi sociedad en ese curioso mundo futurista.

¿Hemos cambiado mucho?

La discreta visual de mi gato

Dicen que todos los días se aprende algo. Yo tengo ya casi 3 semanas aprendiendo a ver como mi gato.

La vida se desarrolla a un máximo de 30 cms sobre el piso y todo gira en torno a una pregunta: "¿Qué será eso?".Y buscando cómo responder esa pregunta, uno se convierte en un trepador genial: la curiosidad es más fuerte que la limitación que impongan las piernas.

Una vez que el objeto está frente a los ojos, mientras el cerebro se imagina un uso muchas veces impensado para el limitado cerebro humano, la nariz toma nota de todos los vértices y los ángulos de ese nuevo objeto.

Cuando el examen olfativo se hace insuficiente, se pasa al gusto. La lengua parece una mezcla de regla, cinta de PH y centro del gusto, pues pareciera capaz de medir la extensión del objeto, su grado de acidez y la posibilidad de declararlo delicioso o insignificante.

Cuando se es un minino, uno tiene la facultad de poner en práctica una "sordera selectiva" que facilita el bloqueo de los sonidos no gratos o que resulten irrelevantes (como el "NO" firme del dueño) y la afinación de los que resultan más interesantes, aunque no sean los más gratos, que resultan útiles para investigar y aprender (como una corneta o un sonido metálico)

Pero cuando uno es un gatito, todo, TODO, se circunscribe a la posibilidad de disfrutar de una dosis de caricias, rascaditas, palabras en un tono amoroso y un masaje en la espalda y la barriga. Nada más por eso, cuando uno es un gatito, puede uno quedarse sólo y no aburrirse pero no hay peor castigo que la indiferencia y el ser privado de las caricias para las que uno nació y se sabe merecedor.

¿Será por eso que su descaro enamora?

3 de septiembre de 2007

La cauchera de Kristof

De ese país lejano del que yo alguna vez fui parte, me queda clarísimo un recuerdo. Bueno, me quedan muchos, lo que pasa es que no sé que los tengo hasta que alguna cosa que veo, que me dicen, que oigo o que huelo aquí, en mi tierra natal, me hace pensar en algo que yo viví, ví, oí u olí allá, en esa tierra lejana de la que ya les he hablado antes.

El caso es que hoy, en una de esas visitas que hace de rutina la gente que tiene carros a lo que en mi tierra se conoce como cauchera, me acordé de Kristof y su cauchera.

Kristof es un personaje de apariencia a lo John Wayne con Roy Rogers, un tipo de modos tranquilos, medidos, de rostro magro (no enjuto) y, aunque canoso, no se ve avejentado. Las manos de Kristof nunca desmintieron de su profesión y su sencillez dejaban ver siempre lo transparente que era, aunque yo no entendiera ni papa de lo que dijera en su dialecto natal.

Tenía Kristof una cauchera que había montado su padre. Su madre, una señora ya anciana, se ocupó del negocio por años y fue el hijo quien tomó las riendas del negocio. Su madre, según me contara alguien alguna vez, era también alguien de temer en lo de cambiar cauchos: solita le daba a la llave para aflojar los pernos, subía con el gato el carro o camioneta y se dedicaba a desmontar el caucho, aflojarlo del rin, medirlo, arreglarle lo que tuviera, montarlo otra vez en el rin para proceder a inflarlo y luego volver a montarlo en el carro.

Ese era el mismo trabajo de Kristof. A mí me encantaba verlo trabajar porque él tenía un ritmo muy claramente definido para todo en su taller y todo funcionaba como en un ritual. Los rituales, no es novedad, calman todas las fieras, incluidos los bebés. A mí me relajaba muchísimo ir a visitarlo. Era casi como estar en contacto conmigo misma... ¿será porque me alejaba de mis atormentados pensamientos?

Recuerdo que Kristof, en ropa impecable, saludaba al cliente y procedía a preguntarle la razón de la visita a su pequeñisimo taller... donde no cabían sino cuatro carros afuera del taller, uno al lado del otro y dos detrás de los dos primeros. Con mucha precisión ponía la llave de cruz en posición y con firmeza, pero sin brusquedad, aflojaba las tuercas del caucho una a una. Luego traía su gato hidraúlico y, mientras continuaba la charla que inició con el "Goeie dag" y que sólo interrumpía cada vez que iba a buscar una herramienta unos 5 metros más allá, procedía a levantar con golpes rítmicos del pie el carro que tenía ante sí. Luego terminaba de aflojar el caucho y lo sacaba con ambas manos (nunca lo dejaba car al piso). Lo llevaba a una máquina que le servía como banqueta de examinación del caucho en posición horizontal y como "doctor" de cauchos si le apretaba un botón. Por lo general hacía una inspección visual del caucho, girándolo en ese torno, y luego le daba al botón verde para iniciar el escaneado computarizado del caucho. Entonces la máquina ponía a funcionar un rotor y el caucho giraba bastante rápidamente. Kristof se ocupaba de ver en una pantallita qué le pasaba al caucho. A veces no veía la pantalla, sólo veía al rotor y acercaba una oreja. Parecía que con eso le bastaba para saber qué le pasaba al caucho.

De repente, tras un período de tiempo que sólo él estimaba, le daba a un botón rojo que tení ala máquina y el rotor comenzaba a desacelerar rápidamente. Kristof procedía a despegar el caucho del rin sacándole el aire primero, le ponía una serie de plaquitas de metal de diferente tamaño y grosor en el borde interior, a donde va unido con el rin. Nunca supe exactamente para qué eran, yo siempre supuse que esas pestañitas d emetal eran para balancear el peso y ajustar el desgaste del caucho. Luego procedía a volvía a ajustar en posición el caucho, lo inflaba a la presión adecuada y lo volvía a montar con un procedimiento inverso al que yo explicaba la principio.

Esto lo hacía con un mínimo de 2 cauchos por carro. A veces lo hacía a todos, incluido el de repuesto. Y todavía le daba tiempo para responder a mis preguntas en mi incipientísimo holandés o, mejor aún, mi muy fluido francés. A él le encantaba hablarme en francés y a veces paraba un poco su trabajo: tenía muy pocos clientes con los que podía practicar la lengua que más hablaba con su papá y le costaba a veces encontrar sus palabras para explicarme todo. Su hija estudiaba mecánica automotriz y él decía que yo me parecía un poco a ella por lo preguntona, que a él le parecía genial que una mujer estudiara mecánica automotriz porque eso era síntoma de avances en la sociedad, la mujer no tenía por qué tragarse sus preguntas y limitarse a lo que sabía. Que si así debiera ser para los hombres porque la sociedad fuera feminista, él se sentiría muy a menos, por ser hombre. Sus ojos brillaban y se sonreía cuando veía, por mi sonrisa y mi gesto que yo había entendido perfectamente lo que él me quería decir en su algo oxidado francés. Luego él retomaba su trabajo con una sonrisa, un poquito más aprisa porque se había detenido un par de veces a hablarme de algo más largo que el saludo que prodigaba a sus paisanos.

Hoy me tocó ir a una cauchera a sacarle un tornillo que se le había incrustado al caucho posterior de mi carrito. La comparación con la cauchera de Kristof es imposible. Innecesaria. Impertinente. Desde el atuendo hasta la manera de saludar, pasando por la diligencia con la que me atendieron y el oscuro procedimiento que le hicieron a mi caucho (que nunca me aclararon aunque pregunté 2 veces, supongo que porque soy mujer...), nada, nada podía alejarme de la mente a Kristof...

Aunque pagué por la reparación del caucho, el viaje a Bélgica, a Ingelmunster, al taller de Kristof, no tuvo ningún tipo de incidencia en mi presupuesto. Me salió gratis. Y, de paso, me sonreí aaaamplio. Una sonrisa así, nunca tiene precio.

2 de septiembre de 2007

Disculpe la molestia, estamos trabajando para usted

Y así ando últimamente...

Tengo un mes en casa nueva y sin internet. En el trabajo tengo acceso limitado a la internet pero las musas se ausentan mucho ante las restricciones que tengo. Ergo, no escribo ni mucho ni poco. No escribo, punto.

Tengo un mes más sin equipo de sonido. Desde que empezó el proceso de mudanza, el equipito de sonido que teníamos se murió y sólo nos dejó la radio. Antes había perdido el del carrito cuando se me cayó al piso la parte frontal y ahora no me deje oir sino el disco que tiene adentro y que no saca, al volumen que quiere y en las pistas que le provoque, las veces que quiera ponerlas. Sobrevivo, musicalmente hablando, gracias al regalo mi buena amiga S. Así las cosas, harta ya de oir la radio, he decidido invertir algo de dinero en un equipo de sonido nuevo, pronto, espero... cuando ahorre algún dinero.

Tengo casi 2 días con teléfono. Estuve más de 15 días sin teléfono fijo, por lo que ni la opción de consultar la instalación de internet podía. Ahora vamos para mejor...

Tengo casi mes y medio en ires y venires médicos por diversas causas. Lo mejor hasta el momento es mi terapeuta.

Tengo la casa menos patas arriba y más patas abajo... si se quiere poner de algún modo.

Tengo gato nuevo, de 4 meses... y una nueva sensación en mis noches: despertares súbitos para desembarazarme de un gato comodón.

Tengo nuevas decisiones en mi cotidianidad y mi futuro...

Tengo un período plástico expresivo desde hace más de 3 semanas... y no me aburro ni me canso.

Tengo la sensación de que estoy en uno de esos "puntos de quiebre" tan comunes en mi agitadísima vida.

Por todo ello pido excusas a mis fieles seguidores: no he podido corresponderles con todas mis atenciones. Pero pronto, prontito, volveré a retomar la escritura. Aunque sólo sea a través de una conexión semanal a la internet.

31 de agosto de 2007

Diario de experimentos. Fórmulas químicas

El amor es el único elemento que en cualquier proporción, y en cualquier combinación, ofrece resultados satisfactorios.

Eso después de consultarlo con mi balanza, los tubos de ensayo y la gradilla. A ver si descubro más cosas más adelante. Por lo pronto me voy a dormir, me pasé la tarde de hoy y el día de ayer en el laboratorio... tengo sueñito.

23 de agosto de 2007

Carta sin respuesta

Y aquí estoy, mi niñito, con maullidos a mi lado para entender tus largas reflexiones junto a la Cintia. Vestida de hojitas, menudas, para refrescar en verano con la imagen de un otoño incipiente. O, como mejor te resultaría ahora, para calentar el invierno con la ilusión de una nueva posibilidad.

Aquí estoy, pensando en aquel febrero gris y en el mayo de dicha febril. Aquí estoy, con un peludo curioso, de ojos arena y miel (como los tuyos), que me invade la cama y de noche se acuesta junto a mí. Me quedo pensando si no será que tú te metiste un poco en él para tenerme más cerca de tí.

Acá estoy, mi niñito, en pleno agosto. Vestida con hojitas diminutas, las que te emocionaban, como preludio a una primavera que ya se nos hizo invierno. Con un saquito de maullidos que me persigue, recordándome de tí.

13 de agosto de 2007

Somos "reaccionarios"

"Nosotros somos reaccionarios revolucionarios!" (frase dicha por un miembro del PPT*)

Reaccionario, según el diccionario de la RAE es:
1. adj. Que propende a restablecer lo abolido. U. t. c. s.
2.
adj. Opuesto a las innovaciones.
3.
adj. Perteneciente o relativo a la reacción (tendencia tradicionalista).

Para la definición de "reacción", sólo valen la 3ra y 4ta acepción para el contexto político al que me refiero.

Para el PPT (o por lo menos este miembro del partido y la coordinadora de la célula regional a la que él pertenece) "reaccionario" significa "que reaccionamos rápido ante los cambios".

¿Será que la revolución se ha propuesto también "revolucionar" la gramática de la lengua española?

* sorprende que la página de un partido político de izquierda parezca la página web de un cantante venezolano de música protesta de los años 70. Sorprende más aún que se digan "antiyanquis" y el video que seleccionaron sea subtitulado en inglés. Como si acaso les importaran las opiniones de la gente "del imperio".

27 de julio de 2007

Te necesito

“¿Cómo quieres que te olvide si tu nombre está en el aire
y sopla entre mis recuerdos?
Sí ya sé que no eres libre.
Sí ya sé que yo no debo retenerte en mi memoria.
Así es como yo contemplo.
Mi tormenta de tormento, así es como yo te quiero
Te necesito como a la luz del sol,
en este invierno frío pa' darme tu calor,
Te necesito como a la luz del sol,
tus ojos el abismo donde muere mi razón”

Fragmento de la canción Te necesito. Amaral y Beto Cuevas (La Ley)

Estamos en invierno. En pleno invierno, por si acaso no te has dado cuenta. Y desde que te fuiste, para mí es una noche infinita que no aclara.

Sé que mi juventud no me permite entender lo que siento. Me cuesta explicártelo. Me cuesta explicármelo a mí misma. Sólo sé que si tu estuvieras aquí, las cosas serían mejores para mí. Serías como es para todos el sol en el invierno: la promesa de una esperanza, la certeza de un después... Para mí, ya te lo dije, el sol en este invierno no sale.

No te tengo. No estás. No eres. ¡Y a la vez eres tanto! Eres como el aire: no te dejas ver pero te haces sentir, no te puedo abrazar pero me rodeas. Oigo palabras en gentes, oigo músicas en las voces y de repente sale una que me recuerda tanto a tí.

Extraño tu voz sonreida, tu cara de calma y ternura. Tus ojos verde-miel entornados que me miraban desde el otro lado de la mesa y hacían que mi corazón se paralizara y mis sueños volaran. Extraño tus manos que apenas detallé...

Te entiendo, no puedes ser mío porque no eres ni tuyo. Me duele verte y sé que debo desterrarte de mi recuerdo, quemarte en la hoguera del olvido. Quizás por eso escribo ésto hoy, para arrancarte del todo de mi ser porque tras eliminar todas las fotos que me dieras de tí ya no tengo más nada que eliminar de tu presencia. Tengo que eliminar tu esencia en mi memoria...

Empiezo por escribirte esta carta. No quiero tener que erradicar todo lo que posiblemente me devuelva un destello de tu atormentante recuerdo. Vas y vuelves. Ibas y volvías. Un día eras todo mío y al otro te llenabas de dudas sobre cómo vivir lo nuestro. Y así, como el tormento que eras para mí, por las tormentas que se desataban en tí, así te amé. Así es como te amo...

Te necesito como a la luz del sol. En este invierno frío. Necesito ese calor distante que podrías darme. Y tengo el maldito recuerdo de tus ojos desbordando mi memoria. Te necesito fuera de mi vida. Te necesito conmigo. Te perdí en mi pasado. Te necesito en mi presente. Estoy cansada de esta oscuridad que no acaba...

Y quiero perderme en la profundidad de tus ojos verde-miel...

25 de julio de 2007

Cosas que hacía y ya no hago

  • Saltar a la cuerda.
  • Comer caramelos o galletas a escondidas.
  • Vestirme con vestidos cortos y pantaletas combinadas.
  • Llorar ante la inminente visita al doctor.
  • Pelear con otro por un juguete.
  • Jugar con muñecas.
  • Conducir carritos a control remoto.
  • Correr detrás de otro para divertirme.
  • Tener pavor al dentista.
  • Ducharme hasta que los deditos de pies y manos se me arrugaran.
  • Prender y apagar la luz para ver si podía predecir el instante preciso en que la luz iluminaba el bombillo (siempre decía “ya” cuando la luz brillaba en todo su esplendor o en la más oscura de las sombras).
  • Comer a juro, aunque la comida no me gustara.
  • Ir a dormir, aunque quisiera estar más tiempo despierta.
  • Ver insectos fluorescentes que me perseguían sólo a mí.
  • Pintar con creyones cualquier cosa que me provocara en una hoja blanca.
  • Leer un libro sin saber leer.
  • Pensar que todo el mundo en todo el mundo vivía como mi familia y yo, sólo que se vestían distinto.
  • Ponerme unos zapatos rojos, aunque la ropa no me combinara en lo absoluto, sólo porque me gustaban mucho.
  • Jugar con miedo con las costricas que se me formaban en los raspones en las rodillas.
  • Mirar embelesada a mi papá mientras se afeitaba la cara.
  • Mirar con ojos de tesoro las pequeñas cosas que mi abuela guardaba en su lindo secreter.
  • Admirar con sorpresa la gaveta de maquillaje que tenía mi mamá.
  • Querer crecer rápido para poder saber antes cuán grande iba a ser cuando fuera grande.
  • Jugar con los zapatos de mi mamá.
  • Recostarme al lado de las cornetas para poder oir la música y sentir el cosquilleo de la membrana de la corneta en mi espalda.
  • Hacer una tienda de campaña improvisada en un cuarto.

18 de julio de 2007

Ojos de ayer

Se acostó a dormir con su cabellera roja suelta en las sábanas de algodón blanco. Había dejado en una silla su traje verde, de terciopelo corto, con cintas pardas.

En sus sueños se vió volando sobre la tierra y las nubes, sobre los ríos y los mares, sobre los valles y las colinas. Finalmente llegó a una ciudad muy curiosa, hecha de copos de algodón y, aparentemente, a la izquierda de la estrella más brillante de sus noches.

Allí vió a sus familiares, ya caídos. Se dejó llevar por caminos de blancura infinita y radiante belleza. Una calma tan grande la llenó que no quería partir. Y se rehusó aún más cuando se reencontró con su antiguo amor, el único que ella amó, al que juró perseguir a través de las nieblas del tiempo cuando, con su pañuelo bordado, le secaba el rostro sudoroso por el esfuerzo y el miedo de morir dejándola a ella, sóla, tras haber sido herido de muerte por una lanza que cruzó la oscuridad que lo rodeaba en esa guerra que antes le pareció necesaria.

Pero no podría quedarse. Así le decían los más sabios. Y en una mesa redonda decidieron sobre la vida de ella y luego sobre la de él. Cada uno por separado decidió sobre los caminos a seguir para poder aprender más cosas, practicar las lecciones ya aprendidas y descansar placenteramente. Al final, cansada, se fue a dormir y decidió que sería mejor hablar con él tan pronto ambos recobraran fuerzas.

Cuando se despertó, limpió sus ojos a la nueva luz del día y procedió a vestirse. Encontró su jean y su blusa en el sillón donde lo había dejado la noche anterior y se descubrió castaña y con un peinado corto.

Lo único que le había quedado claro era que tenía que buscar esos mismos ojos que antes, mucho tiempo antes, con ternura y tristeza la miraban al partir.

17 de julio de 2007

Ce landau, ese bebé

"Je voyais passer et repasser une jeune fille avec son bebé dans un landau. Je pensais à elle, à ce bebe, à ce landau et à l'autre qui manquait et duquel elle se cachait..." L .O.

"Veía ir y venir a una mujer joven con su bebé en un cochecito. Pensaba en ella, en ese bebé, en ese cochecito y en aquel del que ella se escondía..." L.O.

Tarde gris y fría de una primavera inusualmente veraniega en Bruselas. Estaba en la entrada de mi hotel esperando a alguien y en eso la veo venir. Atravesó como una loca toda la "Place du jeu de balle" con el cochecito en las manos y el niño adentro, dando tumbos en ese pedreguyero irregular que son los adoquines de los que están hechas todas las calles de Bruselas, Gante, Amberes, Lovaina, Brujas y la plaza de Mons.

Ella iba firmemente sujeta del cochecito, como si en ello se le fuera la vida. Iba con la cara amarrada y una chaqueta de jeans abierta que tapaba un sueter azul cielo. El niño iba arropadito, impasible e inexpresivo. Quizás habituado ya a los tumbos que daba con las piedras. Quizás acostumbrado ya a la velocidad que su madre le imprimía siempre al cochecito y que lo hacía dar tumbos por culpa de los adoquines.

Bajó por la calle frente a mi hotel luego de hablar brevemente con un hombre. La expresión del rostro me hizo pensar que algo la enojaba. Las palabras, en dialecto, no las entendí nunca porque sólo hablo holandés. Me miraba ese hombre, como si yo supiera algo de la escena. Voltée a ver hacia otra dirección y ví mi reloj.

Quince minutos después la veo subiendo la misma calle que acababa de bajar. Había doblado desde la otra esquina, por lo que no sé qué vuelta había dado pero la dió. Giró otra vez en la esquina donde estuvo hablando con el hombre que me había mirado fijo. Ahora se alejaba de mí y la ví doblar a la izquierda al final de la calle. Volví a ver mi reloj. Todavía no llegaba quien yo esperaba.

Veinte minutos después la ví llegar por la misma calle por la que la ví la primera vez. La única diferencia era que caminaba más aprisa. El hombre de la esquina salió del bar para poder hablar con ella en la esquina. Ella pasó caminando, casi gruñendo algo que le al hombre gritaba y que, al parecer, era asunto de gran urgencia porque nunca se paró a decírselo sin gritos. Todavía no llegaba mi esperable.

Diez minutos después la ví subir por la calle aquella en bajada. Venía de la acera opuesta a la de la primera vez, así que había vuelto a dar la vuelta. Esta vez sólo llegó a la esquina a hablar con el hombre de la esquina y cuando vio alguien a lo lejos, decidió devolverse por donde había venido. Presurosa, la ví casi correr y el niño iba adentro, firmemente mecido, víctima de los adoquines y la velocidad de las piernas de su madre.

No ví a ninguna persona siguiéndola. No ví a ningún hombre qu ela acompañara. Me quedé esperando a mi esperable en esa ventiscosa esquina mientras pensaba en ella, en el niño, al cochecito y en ese del que ella huía.

12 de julio de 2007

Globalización, libre mercado, capitalismo y otras cuestiones

Casio
Ama de casa
Colgate
Paveca
Nivea
Gap
Questao de estilo
H&M
Ebel
Maybelline
Kellogs
Yoplait
Unicasa
Excelsior Gamma
Corelle
Yaley
Volkswagen
Volvo
Frameca
Propal
Carrier
Mongol
Faber Castell
Philips
Samsung
Hachette
Didier
Robert
PDVSA
Brahma
Buchanans
Marlboro
Nabisco
...

Es muy dificil escarpársele a las marcas, verdad?
Así que, creo, deberíamos repensarnos los clichés políticos.

6 de julio de 2007

El pájaro y la araña.

Se llama Vicente y vive arriba, en el ático.

Su abuela vive abajo, en el sótano y su hermana arriba, en el medio.

De las telarañas que pendían de su cabeza, sacó la idea de que podía imitarlas y por las paredes caminar.

Bajó a hablar con su abuela. Se amarró una cuerda en la cintura que luego se enrolló y, como un yoyo, se dejó caer hasta el sótano.

Sobrevivió a la peripecia y le contó a su abuela. Ella le dijo que podía llegar a ser más, mucho más, que probara a soñar con más.

Así, Vicente se regresó a su cuarto y se sentó a ver por la ventana. Allí vió a los pájaros cantores.

Como ellos, pensó, podría cantar. Y entre acordes y tamborileos, se sentó a ensayar palabras y frases entonadas. Luego escribió canciones y las cantaba.

A mediodos del otoño, sintió que entendía perfectamente a los pájaros que anhelaban irse para finales de la estación. Vicente había oido conversaciones entre pájaros desde la primavera y entendía de sus planes y rutas de vuelo.

Un buen día, el pájaro más anciano nombró al que sería el lider de la bandada y emprendieron vuelo. Vicente los siguió...

...y al saltar de la ventana se acordó de que alguna vez fue araña pero nunca pájaro y sus alas desaparecieron y cayó a tierra.

Si tan sólo Vicente hubiera seguido creyéndose pájaro...

5 de julio de 2007

Frambozen




Framboos...
...kleine, rode, lekker.
...suikered, gebakken, kokken.
...nu, dan, nooit.

Frambuesa...
...pequeña, roja, sabrosa.
...azucarada, asada, cocida.
...ahora, entonces, nunca.



Delicadas, prístinas, suaves y velluditas. Frutas de terciopelo fino, de un rojo sonrosado, de pequeñas espinitas en el tallo.

La frambuesa me sabe a lluvia, a verde, a ternura, a pasado y renuncia, a pérdida y penurias, a dolor y nunca...

La frambuesa me sabe a un tiempo, un lugar, un momento y un pensar. Así que por eso, esa frutita, me hace llorar.

1 de julio de 2007

Ella, él y yo

Llegó un día corriendo a mi puerta.

Con ella entró el viento del norte y se trajó algunas hojas encima.

El viejo barbudo se sentó en mi sala mientras ella lo miraba desde el rincón

Yo, no sabía qué hacer ni a dónde ir. Así que les ofrecí a ambos un café y los invité a descansar

Ella prefirió un café acorde a su tamaño, así que busqué una taza muy pequeña: no quise servirlo en una taza promedio porque le iba a parecer una descortesía de mi parte.

El, por su parte, quiso uno acorde a su antigüedad, así que le preparé uno muy fuerte, muy grande y muy caliente porque pensé que con su antigüedad, su tamaño y su temperatura irían muy bien.

Sorbían el café cada uno a su ritmo: a cortos sorbos él, a largos sorbos ella.

Yo los miraba a ambos desde mi chimenea, allí, con mi bandeja en la mano y mi gato enrrollado a mis pies.

Entonces él decidió hablar. Ella se quedó impávida y a mí se me heló el corazón.

Cuando ella le respondió, con una voz ausente, yo me eché a llorar por lo que sentí, lo que no sentí y lo que pude haber sentido.

El volvió a hablar y ella volvió a quedarse impávida y yo volví a quedarme helada, pero ahora se me congeló el corazón con los sentimientos revueltos.

Supe entonces que debía sacarlos a ambos de mi casa, pero no he podido hacerlo y en mi sala se quedaron.

Todavía, cuando el Viento del Norte habla, a mi se me hielan en el corazón los sentimientos que Bélgica, con su voz ausente, me revuelve. Especialmente en los días en que llegan las hojas con él.

26 de junio de 2007

Adverbios, no verbos

Vivir, sí, pero no de cualquier modo. Vivir...

Apresuradamente Brevemente Cómodamente
Negativamente Virtualmente Sexualmente
Rápidamente Asfixiantemente Genialmente
Apasionadamente Reflexivamente Tontamente
Malamente Genialmente Pacificamente
Absurdamente Corrientemente Angustiosamente
Caprichosamente Ocurrentemente Excepcionalmente
Indefinidamente Coherentemente Armoniosamente
Salvajemente Intensamente Suficientemente
Sobradamente Ingenuamente Optimistamente
Acompasadamente Lúcidamente Desmesuradamente
Simplemente Plenamente Complejamente
Translucidamente Agresivamente Dichosamente
Provechosamente Exclusivamente Sabrosamente
Gozosamente Abiertamente Infamemente
Deslealmente Atrozmente Gregariamente
Infantilmente Soezmente Piedosamente
Miserablemente Generosamente Desmedidamente
Completamente Catastróficamente Turbulentamente

Vivir, todo un menú para escoger...

15 de junio de 2007

Vuelvo

Para Lucy.

Vuelvo a mi tierra...

A esa donde los colores son como no los han pintado.
A esa donde los plátanos saben a plátano.
A esa donde las flores huelen a lo más cuidado.
A esa donde en su tierra mis afectos he guardado.

Vuelvo a mi tierra hoy, luego de tantos años...

A ver a mi padre encanecido y desgastado.
A ver a mis tías que me mimarán como cuando yo tenía 12 años.
A ver a mis amigos, los que me quedan luego de tanto andado.
A ver a mis difuntos, que la tierra me ha robado.

Vuelvo, hoy vuelvo a mi tierra...

A llenarme los pulmones del aire que no he olvidado.
A llenarme las manos de los sueños que tengo hilados.
A llenarme la vida de cosas nuevas.
A llenarme el corazón de calma perfecta.

Vuelvo.

Y como vuelvo despues de tanto, quiero quedarme en esta gruta
Y quiero oler los cuentos en las estufas.
Y tejer miradas en las penumbras.
Y guardar conmigo cada tertulia.

Porque sé que he de partir...

Y sé que al partir pierdo
Y que al partir vuelvo aunque me alejo.
Y que el cuento que hoy me llevo
sólo me servirá para llegar más lejos.

Vuelvo... para poder volver a mí.

13 de junio de 2007

Padre Robin que estas en los cielos

Hace ya mucho tiempo que el Rey Ricardo (el de corazón tan grande que hasta lo apodamos "Corazón de León") se fue para las cruzadas. Nuestro bienamado rey nos dijo que Su Majestad debía partir pues era innoble de su impostura enviar delegados y no procurar él mismo un buen resultado de la refriega para vencer a los moros que querían invadir a un país vecino. Nos dijo que al partir no nos abandonaba, sino que se entregaba, más que nunca, al reino al que se debe pues tras vencer a los moros en España, nosotros seríamos mucho más fuertes. Así mismo, nos informó que nos dejaba en manos de su hermano, el principe Juan.

Y allí empezaron nuestros problemas. Este Rey Juan, el "Rey Pelele" como lo hemos apodado, no ha hecho sino dejarse llevar por lo que le recomiendan los consejeros que reemplazaron los que dejara su hermano... y algo de su postura personal, a la que él da en llamar "inspiración divina". Creo que no es verdad porque el mismo Dios que él alega le habla en sueños le hablaba a nuestro sabio Rey Ricardo y los resultados de la Conseja Suprema no son ni remotamente parecidos. Creo que el Rey Juan adolece de "sordera divina".

Como no fuera bastante el magno egocentrismo caprichoso del que hace gala el infame reemplazo de nuestro noble Rey, apareció en el camino del Rey Juan un lambiscón consejero que se encargó de modelar la política económica y de impuestos de nuestro otrora boyante reino: El Sheriff de Nottingham. Convenció al Rey Juan de seguir sus brillantes estrategias para gobernarnos más eficazmente. Nos llenó de impuestos y multas por no pagarlos.

En medio de los impuestos que nos ahogan, los castigos ejemplares que nos impone el rey por no pagar los inmensos impuestos y su ostentosa vida de lujos y festines que no cesan de crecer para impresionar a visitantes extranjeros, hemos oido recientemente que hay un cierto "forajido" (me encanta que lo llamen así, significa que el Rey Juan le tiene suficiente miedo como para declararlo persona digna de que su guardia lo persiga y lo aprese) que ha asaltado a los ricos nobles en sus paseos y viajes y reparte el botín entre los más pobres. Todavía ese "forajido" no ha llegado a mi pueblo, pero ya su nombre, rotundo, se ha hecho conocido: Robin Hood.

Lo que más me alegra de este Robin Hood es que es un noble al que el Rey Juan despojó de sus títulos y bienes simplemente porque no quizo plegarse al "reinado de Juan" y dijo que él permanecería fiel a la memoria de nuestro antiguo Rey, Ricardo Corazón de León. Cuentan los que saben la historia, que ese gesto de Hood hizo rabiar tanto al Rey Juan que de la desesperación empezó a llamar a gritos a su difunta madre y, acto seguido, decretó que le fueran confiscado los bienes y los títulos a Sir Hood. Desde entonces, Robin Hood ha tenido que vivir en los bosques.

Me han dicho que está muy cerca de mi pueblo ahora, que los tropas del Rey le siguen los pasos muy de cerca y que él los logra birlar siempre. Yo rezo para que el Cielo lo proteja y sea su justicia la que prevalezca mientras nuestro rey Ricardo regrese. Así que, si me lo permiten, voy a rezar porque sigo esperando que se me aparezca por ahí.

"Padre Robin que estás en los cielos..."

11 de junio de 2007

Resistir

Resistir...
... por lo que sea,
... como sea,
... cueste lo que cueste,
... sorteando todas las dificultades,
... con el único objetivo de no hacer lo que el ego personal me pida, sino lo que es más justo.

Son tiempos turbios en el país pero no es de la lucha política o social de la que hablo aquí. No empiecen, pues, a juzgarme por tomar una posición u otra frente a RCTV. Tengo mis ideas bien formadas al respecto y ninguna es tema de este blog. Hoy estoy con el tema laboral a cuestas, hablándome a mí misma, contándome a mí misma la historia. Creo que así, finalmente, podré entenderla y dejar de cuestionarme el por qué me metí en esto y para qué me sirve haberme metido aquí.

El asunto me ha valido hasta para apodo: "mi sindicalista bella". No voy a decir quiénes me lo dicen, pero sólo me vale para decir que cuando quiero, puedo. Y esta vez, estoy en plan de defender mis derechos... aunque me tenga que leer 2 libros de leyes laborales para poder entender de a pocos todo lo que tengo, debo tener, debería tener y que me han otorgado, escamoteado y negado.

Lamento la ausencia. Esto y la falta de internet que no me ha permitido colearme por la internet, me ha tenido un tanto alejada. Pero ya van sabiendo por qué...

8 de junio de 2007

Uno aprende

Hace hoy justo un mes, recibí de manos de una amiga que la vida me regaló en una época en la que nos separaba el Océano Atlántico, casi la totalidad de Suramérica (ella vivía en Chile) y un buen trozo del continente europeo (yo vivía en Bélgica), un correo emotivo. La carta dice así:

"El siguiente texto lo escribí el 1 de abril de 2003, 4 meses después de haberme mudado a Chile. Cada una de ustedes lo está recibiendo por una razón distinta que, estoy segura, cada una entiende.

Una de las sensaciones más incómodas es esto de que las calles estén vacías de recuerdos, ni siquiera se parecen a algo conocido. No se tiene ningún pasado en ellas, no tienen historia, no tienen nada. Todo hay que construirlo. En las calles uno trata de ajustar las caras a rostros conocidos. Uno sabe que es imposible, y sin embargo, de pronto uno piensa que ve a Maribel Camacho o a Luis o a quien sea, en el intento desesperado de conocer alguna cosa, alguna persona en este país.

Los sabores son todos distintos. Tal vez es porque no sé cocinar y no conozco los secretos culinarios de mi familia. La única cosa que me ha sabido más o menos a casa son unos espaguetis con ketchup y queso parmesano. Pero nada, ni el pan, ni la carne, ni las ensaladas... nada, me sabe a casa. Ningún sabor me es familiar.

(...)

(...)

(...)

Con el tiempo, la vida se va llenando de dolores. Yo antes me quejaba porque decía que no tendría nada que contarle a mis nietos. Ahora me avergüenzo de tantas de las cosas que he hecho, que pienso que era mejor antes, cuando no tenía nada que contar."

La carta, como ven, iba dirigida a otras personas también. A mí, ella lo sabía, me iba a tocar muy hondo estos pedazos que seleccioné. Los otros 4 párrafos que la componen, para mí, no tenían referente. Las otras 6 mujeres que recibieron este correo tendrán su sentido personal y propio de estas líneas que dicen tanto de cada una, aunque lo haya escrito otra. Es ese mal hábito que tenemos los bichos que amamos la lectura de sentirnos reflejados en las letras, las frases, las palabras de otros, lo que nos conecta con tanto escrito y escritor. También puede ser que a mí me conecte con ella ese mal hábito que tienen las almas que se hablan entre sí y se entienden perfectamente aunque sólo se vean y no se hablen... espero que me entiendan.

El tema de ella es la nostalgia. Una nostalgia feroz que es capaz de convertirse en la sombra d euno, de dejar huellas profundas en la manera de ser y de actuar de uno. Luego de vivirla así, de sentir la nostalgia tan de cerca, de abrazarla tan hondo, a mí se me quedaron pequeñas fobias y ansiedades instaladas en el sótano de la mente, en el inconsciente que llaman los psicólogos y psiquiatras... .y he tenido que luchar contra mí misma, mi feróz sentido de supervivencia y protección y mis miedos para poder deslastrarme, lo ma´s qu ehe podido, de ella.

Se vive de la nostalgia, en la nostalgia y por la nostalgia, uno no sólo no encuentra sabor que se iguale con el de la comida que se comía en su tierra: uno busca entender por qué las cosas no saben como a uno le sabían. Yo me lo explicaba por la presión atmosférica, por la sucesiónd e estaciones y los plaguicidas. Pero llegué a comer cosas crudas para saber si sabían como me olían las cosas en mi tierra... nada sabía igual. No sé cómo diablos pasa, pero es así. Terminé resignandome, fue una de las primeras cosas que me dije a mí misma "más te vale que te olvides de esta estupidez y sigas adelante porque tú sabías que nada sería igual acá que allá". Pero cada comida, 5 veces al día (hábitos personales) me recordaban que yo no estaba en mi casa.

De esa nostalgia nunca escribí. Luz sí. Tengo un mes con ese correo en mis manos tratando de enfrentarme a mí misma en un soliloquio de nunca acabar. Ella me acaba de enfrentar con una de las estupideces que resultan más importantes para una vida plena: los sabores de la comida y el cómo la comida se vincula con el sentido de pertenencia que tenemos de un lugar. Feroz, Lucecita, simplemente feroz.

Es que, cuando uno deja su país, deja su ciudad, deja su pueblo o su villorrio, es inevitable, si uno lo dejó sin la convicción de que después de ese sitio nada podía ser peor, uno lo extrañara en sus formas, sus recovecos, sus rutinas, sus calmas y sus más odiosos hábitos. Uno extrañará hasta a la gente que no extraña (como decía Luz en otro párrafo de su carta que me pareció muy personal como para reproducirlo acá) y se vuelve la sombre de sí mismo. Uno se alarga, se disminuye, como las sombras en los ocasos en las calles empinadas... Uno pierde su sentido y su referencia en el mundo y se siente el defensor único de una raza extinta, de un pueblo muerto, de una manera de ver la vida. Nada es neutro, nada es indiferente. todo toma un matiz perverso de mala intención: la de recordarte a cada paso del camino (justo cuando tu dices que estás avanzando bastante bien, que te has adaptado bien, que te pega menos la nostalgia cada vez), que no eres del lugar. Se vive en la oscuridad del miedo a salir de la casa, de los peroles que uno conoce, del entorno en el que se mueve a sus anchas, porque sabe que todo afuera te recordará loq ue ya no tienes...

Y, como fuera poco, uno se llena de culpas, se atribuye culpas inexistentes!! Por eso Luz declara en su carta que le avergonzará decirle a los nietos tanto dolor vivido. Eso, ella y yo lo sabemos, es algo qu econ la edad desaparecerá, que no tiene referente concreto, que no tiene razón de ser y el tiempo es el ser qu enos devuelve la razón. Pero nadie que no haya vivido eso, puede imaginarse someramente el dolor punzante que se acumula en el corazón y que termina por lapidar el alma diciéndole "por tu estupidez y tu necia idea de venirnos para acá es que estoy así". Uno se autoculpa por todo, se siente responsable de todo, y por esa mala gestión de emociones y argumentos se sabe poca cosa. Acaba uno por evadirse a sí mismo y evita hablarse porque, de inmediato, sale el amargo corazón a reprocharle, al alma y la razón, uno tras otro todos los dolores que soporta cada día, a cada hora, en cada sitio. Y uno concluye que se estaba mejor antes, como un capullo de rosa dormido, ingenuo y sin nada que contar. Siente que el dolor se acumula, como bien decía Luz en su carta.

Hoy, en perspectiva, cada una en un sitio que puede llamar "casa", con sólo un continente de separación (estamos de punta a punta en suramérica), podemos hablar tranquilamente de estos pasajes en los que sentimos que no somos nosotras. Son pasajes de nuestras vidas en los que nos habíamos, jamás mejor dicho, alienado, enajenado de nosotras mismas. Recuerdos que quedan como piedras que marcan un punto importante de nuestro camino. Nada de lo que debamos avergonzarnos, ni que constituirán una vergüenza para nosotras después, pero son duros referentes a los que volvemos la mirada a cada tanto, tratando de evitar los pasos que nos llevaron a ellos...

... es una lucha consciente, personal, con o sin terapeuta, que no terminará jamás porque cada día uno aprende.

7 de junio de 2007

Recuento de un amor antes de partir de viaje

Me encontré en estos días con un paquete de cartas. Como los paquetes “de antes”, éste tenía el sabor de un gran amor sin tiempo ni espacio. Un amor de esos, universales. La escritura es como las de las mujeres: cuidaditas, ordenaditas... ustedes saben!

No sé qué hacer con tanto amor junto y sólo me provocó compartir con ustedes un poquito de esas cartas. Son menudas, bien dobladitas con unas formas muy curiosas y van numeradas en una secuencia que alterna guiños, colores y números. Son lindas, ¿qué más quieren que haga con eso?

Nota sonriente: Para mi xxxxito (apelativo tierno.. .y tenía un muñequito sonreido, nada de números)

Por fin le veo el lado “simpático” a este largo viaje de 21 días... te voy a llenar la casa con tarjetitas para que las busques!!
Te lo advierto: sólo si ordenas el desastrico tuyo que sigue embalado las vas a conseguir...
Yo voy a seguir, tengo que escribir cositas lindas para que te entusiasmes ante tanto tedio.

Segunda nota: Te quiero mucho!!

Aqui, escribiéndote, me da por pensar en dónde te voy a esconder las notitas, y me hago angustias por saber cuál encontrarás primero.
Viéndolo bien, me digo, creo que las encontrarás en el orden en que debas hallarlas, ni más ni menos.
La vida te va preparando para las cosas que te pone. Te va dejando notitas aquí y allá y al final te recompensa con algo digno de tu sabiduría.
Y si en este vasto mundo tuve la dicha de encontrarte, sé que te vas a encontrar con todas mis notas.

Tercera nota: Pensándote (La carta está escrita en un papel marrón)

Este es uno de esos colores que no te queda bien. Así como el amarillo pollito. O las camisas con rayas horizontales (además, a mí no me gustan esos estampados, me parecen simplistas). O las chaquetas con cuello redondo porque te hacen ver con menos cuello del que en realidad tienes.
Estas son algunas de esas cosas que no debería decirte “porque te quiero”. Pero, creo, a veces hay que decirle las cosas a la gente en su cara, con dulzura, precisamente porque uno los quiere.
Gracias, por oírme sin enfadarte. Muchas más gracias por decirme, con firmeza y sinceridad, tantas cosas. Simplemente porque me quieres.

Sexta nota: 6 (no hay nada más) (la nota está hecha en un papel azul)

Tengo casi una hora en esto. ¡Pero me lo he disfrutado tanto!
De “postre”, te dejo la azul.
Es que, contigo, la vida me parece azul. Pero azul en español, no en inglés.
¿Sabes que “estar azul” en inglés, es “estar depre”?
Yo, contigo, me siento azul, pero a la castellana...
...todo es grande
...todo es tranquilo
...todo es fácil de contemplar.
Sé que estás sonriendo... y yo contigo, mi gran, suave e infinito corazoncito azul.
Te quiero en azul... sin tristezas ni melancolías.

Individualidad versus promedios!

En este país de misses donde me tocó vivir, en el que en cada esquina de la calle se puede ver un paisaje infinito de mujeres vistiendo a la moda, contoneándose en tacones que superan la ley de gravedad y la credulidad de cualquier traumatólogo o podólogo, donde abundan las manicures en uñas postizas (acrílicas, gel, etc.) o naturales, donde se hizo costumbre los cabellos muy cuidados y bien peinados, no resulta raro ver -con absoluta naturalidad- los “retoquitos” que mejoran (aún más) los atributos de las féminas de esta tierra que Colón bautizara como “de gracia”.

Los aumentos de senos han sido, junto con las operaciones para corregir narices que no resultan naturalmente respingadas, la cirugía plástica que más se ha difundido en Venezuela. Aún no termino de creerme -me gusta pensar que son exageraciones propias de mis coterráneos- que hasta se ofrece como regalo a las quinceañeras... “hija mía, qué prefieres: ¿una fiesta o un implante de senos?” La cosa, me aseguran, es real y los médicos se han visto obligados a hacer advertencias pertinentes sobre lo inadecuada que resulta la operación en las jóvenes que no han alcanzado los 18 años y no han completado su desarrollo. Yo, por puro uso común (que, como decía algún proverbio “resulta algo poco común”), deduzco que ese no debería ser un regalo ofrecido a ninguna mujer que no lo necesite por serios problemas de autoestima o de falta de senos.

Es que, ya lo he dicho antes, esas cirugías tienen sus riesgos para la salud. Pero, a juzgar por la dificultad que tienen las chicas que tienen más que una copa B para encontrar un brassier que se ajuste a su anatomía, el someter a una jovencita a semejante operación es encaminarla a una pesadilla de búsqueda sin fin.

Pero eso lo digo yo, como una humilde opinión, a pesar de que me ha tocado ser el “bicho raro” de la especie: soy una venezolana que no se alisa el cabello porque lo tiene lacio, no se lo recoge en moños porque lo lleva muy corto, no se hace manicures porque no soporta tener las manos quietas más de media hora esperando que se seque el esmalte, no se ha retocado su nariz prominente porque tiene carácter y forma consona con el resto del rostro, tiene una copa A y sufre, igual que las señoritas muy prominentes, de no poder encontrar un brassier a su medida porque, simplemente, no es como el promedio de copas B...

Así las cosas, me uno a las campañas de Khabiria por los sostenes lindos para las gorditas... pero yo lo lidero para las flaquitas! Que también tenemos derecho a soñar con encajes y colores, con plumas o transparencias, con piedritas brillantes o estampados... y no sólo en blanco, beige o negro sin adornitos de ninguna especie o tirantes con elásticos fantasiosos.

Porque los extremos se eliminan para los cálculos de los promedios, no significa que a las personas que no estamos en el promedio, de golpe y porrazo, nos eliminen las opciones o nos dejen en la sombra de lo inexistente.

¡Por un mundo de individuos y no de promedios, brassiers para las tallas pequeñas!

29 de mayo de 2007

Mi marciano favorito


En medio de todas las agitaciones en las que transcurre justo ahora mi vida (sin hablar nada del tema político-social que reina en mi país), me he dado cuenta de que una de las muy pocas cosas que me da calma y paz, es la compañía de "el señor que vive descaradamente conmigo".

Es que, estoy convencida, me casé con un señor que tiene la peculiaridad de agudizar la oreja justo cuando está más dormido... y al menor ruidito salta. Igualmente, es capaz de predecir la proximidad de la lluvia según se comporten los vellos de su antebrazo (cualquiera de los dos antebrazo, ¿he de considerar eso un síntoma de fecundidad?). Y, como si fuera poco, es capaz de decir que no soy fea cuando me duermo profundamente y con la boca entreabierta.

Todo eso podría meterlo cómodamente en el saco de "manías personales" o, incluso, en el de "convicciones personales" si no fuera porque me acabo de dar cuenta de que hasta me ha convencido de que nos hemos casado y hablamos de una vida juntos (incluidos los repollos) cuando, en realidad, no hemos firmado ningún documento que nos oficialice la unión que tenemos.

Definitivamente, estoy por llamar a la NASA. Me engañó un extraterrestre que me abjudo, me sedujo y me sigue vendiendo la idea de su normalidad...

28 de mayo de 2007

La miel y otros asuntos.

Este meme lo tomé del blog de Ernesto (él dice que cualquiera podía tomarlo...) A mí, como no hace falta darme excusas para ponerme a escribir, me cayó como anillo al dedo la invitación y he aquí lo que hice con la frase "No me acuerdo si alguna vez le puse miel al té

Parado en la estación, sin poder moverse para impedirle que se fuera y sin la fuerza necesaria para ocultar lo que de verdad sentía al verla, la dejó partir.


Iba ella vestida con un abrigo marrón de gamuza que, por su color marrón chocolate, la hacía lucir aún más etérea, más cristalizada, cual porcelana fina de suave rubor en sus decoloridas mejillas de blancura perfecta y tersura inimaginable pues, ciertamente, los dedos de nadie mayor de 3 días de nacimiento podían palparla y sentirla en toda su dimensión. Era ciertamente, aquella, una piel suave como ninguna que él hubiera tocado antes en su vida.


Allí, de pie frente a la estación, a pesar del enorme dolor que ella le había causado, a pesar del frío que los rodeaba, a pesar de la incómoda presencia de su padre, no pudo hacer nada mejor, no acertó a despedirse de mejor forma de ella que con un beso en los labios. Un beso en el que le tembló el corazón y la mano con la que le sostenía la barbilla a ella. Ese último beso que habría de valer por todos los que él, inconscientemente, por su ignorancia, le hubiera negado antes.


En esa incómoda despedida, quizás aún más incómoda por el hecho de que su padre lo vigilaba, se depositó en su ojo derecho una lágrima que fue seguida por otra. Al final, el ojo izquierdo también acabó por llenársele de agua y se le hizo pequeño el cuenco para contenerlas. Ella, con la ternura que él siempre quiso para sí desde la primera vez que se la conoció, le miró suavemente la cara y quiso, mas se impidió, enjugarle una pequeña muestra de su dolor, que no cesaba de rodarle mejilla abajo. Para ella, el dolor no tenía sentido allí. Ella lo había vivido hacía 3 meses atrás, cuando había empezado a considerar que, quizás, su vida juntos no era lo mejor que les hubiera pasado a ninguno. Especialmente no a ella. Hacía tres semanas decidía dejarlo sin saber muy bien cómo, según el carácter imprevisiblemente arrebatado de él, iba a ser para él la noticia de la ida, sin vuelta, de ella. Sí, esta vez era definitivo.


Detenía ella su mano en el aire e inmediatamente la metía en un bolsillo, sólo para recordar cómo hacía unos días, por puro dolor y tristeza, a él se le había transfigurado el rostro en una mueca horrible de pena y llanto irreprimibles, demasiado grandes -sin embargo- para salir por los diminutos conductos lacrimales. Los gritos en la garganta se le habían congelado porque la presión en el pecho le había robado el aire y las manos se le habían crispado para evitar ser totalmente paralizadas por el desconcierto que lo aplastaba.


Así recordaba ella, con el sufrimiento más crudo y la culpabilidad más punzante, la media hora siguiente a su anuncio de renuncia definitiva e irrevocable al contrato matrimonial. Tras la inercia inicial, él reaccionó con molestia y se quejó amargamente. Luego pareció darse cuenta del absurdo general que producía el anuncio y, sin más contemplaciones, le dijo que era una egoísta e insensible y se largó a llorar el dolor, la rabia y la sorpresa por los 4 costados de su humanidad en un llanto que tarde emergío, y que era acompañado por gritos que nunca se oyeron, mecido por temblores que lo estremecieron y gemidos que se ahogaron en el silencio de ese lamento. Un estertor en vida...


Frente a ella, hermosa como siempre, alegre y triste a la vez, con agua en su mirada, él pensaba en los pequeños momentos de gozo que habían tenido y que ya, en los últimos 6 meses, les habían escaseado tanto. Ella se volvió, frente a sus ojos, una criatura enormemente triste, infinitamente ausente. Su energía abrumadora había pasado a ser una simple sombra que estaba presente en todo lo que él hacía. Su otrora risa frecuente se había transformado en una mirada complaciente. Su amplia espontaneidad se había convertido en una estudiada discreción en la que se reprimía mucho de su ser y su sentir. El sabía que algo le pasaba pero no lograba reunir fuerzas para preguntárselo. El la veía escapársele, como arena que se resbala entre los dedos.


Sabía que, al perderla, había dejado perder el mejor momento de su vida. Ella había venido a traerle la luz que le faltara y que no consiguiera antes. Ella le había traído toda la ternura que no había conocido ni en su madre, tan poco dada a las demostraciones afectuosas. Ella había sido su sostén en los momentos más duros que había vivido hasta entonces y había sido la brisa fresca para sus momentos de cordura intensa. Ella era la única que había logrado entender que cuando él estaba molesto era mejor dejarlo hablar y asentir. Era ella la única que había logrado abarcarlo con una mano y hacerlo escuchar sus palabras con una sola mirada de sus ojos azules, cambiantes como el océano pero tan expresivos como un lucero. Era ella, y nadie más, la que podía hacerlo sentir seguro y tranquilo.


Y la había dejado a su suerte. La había perdido irremediablemente. Le había fallado, ahora lo sabía, en el momento en que más lo necesitara. Y ella lo amaba a pesar de todo, según decía, por el hecho de haber sido quien fue él en su vida. ¡Qué incomprensibles que son a veces las mujeres! Decir que lo amaba “a pesar de...” era como decirle que por su ignorancia había lapidado la única relación que él hubiera considerado realmente madura. Tanto, como para proponerle a ella matrimonio. Tanto, como para proponerle regresar con ella al Santiago del que venía. Tanto como para no concebir una vida sin un futuro.


Simplemente porque no había futuro sin Marcela para el enamorado, confundido y desgraciado Gustavo que, parado en la estación, en el andén 6, la veía partir para sentarse en el puesto que tenía asignado en ese vagón de ese tren que retornaría nuevamente, pero nunca con ella.


Inmóvil, en el andén, Gustavo la veía alejarse y se sentía demasiado dolido como para seguir soportando. Junto con su padre se fue caminando antes de que ella terminara de acomodar su maleta y ubicara su puesto en el vagón. Cuando Marcela llegó a instalarse, descubrió que su primer gran amor había desaparecido para siempre del andén y, con él, un capítulo de su vida...


Y aquí estoy, removiendo un té de manzanilla como se me remueven los recuerdos, removiendo los pétalos de las florecillas diminutas como pienso que hace el cielo con mis emociones. Pensando. Sintiendo. Sabiendo que lo único que realmente me molesta de todo esto es que no me acuerdo si alguna vez le puse miel al té.

25 de mayo de 2007

medalaganismo

Son las casi 11 de la noche. Acabo de tomar mi duchita nocturna (sí, también tomo una matutina, mi filosofía de vida se adapta rápidamente a las filosofías de la gente que vive conmigo siempre y cuando a mi filosofía le parezca sensato, correcto, higiénico, ético o prudente), justo después de arreglar la compra que hice entre las 6.45 y las 8.10 pm. Oigo una pieza de arte que compusieron e interpretan las chicas de Bond, perteneciente a su homónio disco, que se pasea voluntariosamente por todas las tendencias posibles del reino musical y me marean de vértigo con esta canción en particular que resulta no sólo vigorosa sino grandilocuente.

Con mi tazón de chocolate caliente al frente, en una especie de nuevo hábito que pienso no institucionalizar a menos que me vuelva accionaria de la chocolatera nacional, con una Paris insinuada en mis narices, destacándose en mi plano visual por encima de unos cochinos ya beneficiados que ostenta el almanaque de "el señor que vive descaradamente conmigo" (sí, el mismo del post anterior), he tomado una serena, seductora y rotunda decisión: no voy a hacer sino lo que me dé la gana.

He decidido que mañana voy a cocinar como tengo tiempo que no lo hago. Es el primer sábado que tengo perfecta, total y absolutamente a mi disposición desde que empecé a trabajar en donde trabajo ya desde hace más de un año. Pienso hacer unos tomates verdes fritos, una crema de apio, una sopa de ajoporro y papas, preparar un brócoli para darme banquete con una "pasta filetto brocoli e parmiggiano" (una de esas muestras de la simpleza italiana que siempre me deja boquiabierta) y algo fabuloso con unas berenjenas. Las recetas de lo que haga se las pasaré luego para que las anoten.

Ahora bien, el hecho de cocinar mañana no es lo más importante. Aquí lo más importante es que voy a cocinar como me dé la gana: montaré la olla y me sentaré a escribir, cocinaré y me sentaré a leer o me echaré a dormir y luego seguiré cocinando. Cocinar a mi ritmo, a mi gusto, mezclando ese acto creativo, ad-infinitum, con lo que quiera y tenga a mano para mezclarle. Mañana es un buen día para cocinar exactamente como me dé la gana.

Pero hoy es un día particularmente bueno para no hacer sino lo que me dé la gana. Y eso es lo que estoy haciendo desde que llegué a mi casa, a las 9 pm en punto, luego de hacer todo lo que tenía que hacer. No me duché al llegar sino antes de sentarme a escribir, no cené como formal y regularmente se debe hacer sino que me comí unas rodajas de tomate con queso guayanés en una emulación perfectamente imperfecta de una capressa, me preparé este tazón de chocolate caliente (la taza tiene una "orejita" de 6 cms de alto por 4 de ancho, la boca de la taza es de unos 15 cms de diámetro y el alto del contenido alcanza los 10 cm... desconozco la capacidad cúbica pero AMO con locura mi taza de chocolate, soberbiamente grande, lujosamente adimensional, como estuve buscándola por mucho tiempo!) y me senté aquí, a retomar mi diálogo interno y mi creatividad.

No voy a explicarles que hice en todo este tiempo en que no estuve por acá. Esas son cosas que tenía que hacer y que muchas me disfruté y me sigo disfrutando, pero no me da la gana hablar de ellas ahora mismo. Ciertamente, otro día de estos, me dará por ahí. Pero hoy, ciertamente hoy, sólo me provoca conectarme con mi aquí y mi ahora y narrarles, comentarles y dejarles en claro loq ue me provoca hacer en este período de "medalaganismo" de los que a veces soy víctima.

Sólo quiero aclararles que suelo ser una persona muy dada a cumplir los deberes y obligaciones que adquiero con todos y en todo. así que estos epissdios no son ni frecuentes ni prologados en mí. Pero también quiero dejar constancia de que cuando llegan son muy intensos, precisamente por su brevedad, argullo.

Así que ya será en prontas entregas que les cuente de mis últimas andanzas, del cómo me hice de esta gran taza que me contiene cálidamente en la escritura, del cómo se preparan las berenjenas o cómo prefiero comer las endivias. Es más, si se mueren de angustia, me pueden escribir al correo del blog y se las respondo antes, expresamente. Pero por hoy voy a dejar este post hasta aquí y sin más los invito a seguir paseando por la blogósfera....

...a mí me están dando ganas de irme a leer la prensa del día...

14 de mayo de 2007

Siete letras

(02/05/06)

"Te adoro"

Y se le dibujó una sonrisa en los ojos a él. Se le encogieron las mejillas y se le dibujó un arco en los labios, que musitaban con alegría el final de esas palabras...

Ella sonreía viéndolo. Su cara tenía un aire de complacencia. Su alma, un tono de duda.

"Por qué?"

Y él se quedó con la sonrisa congelada en el rostro, sintiéndose tontamente felíz, absurdamente lógico. Era claro que ella no lo entendía a él.

"Porque me siento a gusto contigo!" Y mantenía su sonrisa como escudo. Sus ojos se tornaban dubitativos de lo rotunda que pudiera sonarle la frase a ella.

Ella no le quitaba la mirada de encima, como esperando una justificación, una respuesta más larga...

"Porque sí, porque te quiero, porque nunca me había sentido así con alguien... porque a veces las cosas no tienen razón, no crees?" continuó él, en un duelo en el que blandía la espada de sus razones inexistentes frente a un crudo interrogatorio que no se esperaba.

Ella lo miraba con ojos de ternura y lógica marcial. Se estaría enamorando de, como dijera alguien, lo que era él cuando estaba con ella? O, podría ser que, al final, el enamoramiento no es más que eso, el sentirse bien con otra persona porque uno es más lindo y más completo, más sincero y más osado con ese alguien? Qué será lo que se puede llamar amor?

"Sí". Dijo finalmente ella. "Hay cosas que a veces no tienen razón." Completó. "Es sólo que a veces me pregunto cuánto es ese cariño que me tienes... si es como para quererme o para adorarme..."

Y él, desafiante dijo "es que creo que ninguno de los dos tiene un quierómetro". Y sonrió levemente, seguro de saberse triunfante...

"Es cierto..." añadió ella sonriendo levemente, viéndolo a los ojos mientras se abrazaban otra vez y se perdían entre los pliegues de la novedad y la aventura de lo que era conocido por ambos.

De repente, sin ningún gesto contradictorio a sus ojos llenos de ternura, ella dijo "Pero cada vez que dices esas 7 letras me dejas pensando, meditando..."

"Por qué?"

"Porque yo no puedo decir que te adore, no estás en mi religión. Me recuerdas un dios azteca, no un dios griego... referente más cercano para mi cultura. No puedo adorarte, no eres un dios que yo reconozca como tal..."

El, divertido, sonreía y la veía de cerca.

"No sé qué pienses de mis análisis locos", reía ella.

"Nada, me gustan!" Dijo él y rió divertido. "Te quiero..."

Ella simplemente sonrió.

Esa era una frase que ella podía manejar mejor: una frase sin ataduras temporales, replanteamientos serios de sus bases filosóficas o sus creencias religiosas, sin coacciones que la hicieran huir de sus miedos ni la empujaran a abrazar nuevamente sus patrones erróneos...

Una frase que valía, quizás, para recordarse que el ayer pasó y el mañana no es seguro y sólo existe el hoy. Una frase sin euforias espirituales que se desvanezcan en tiempos de bonanzas y que se revelen en tiempos de dificultades. Sin cirios ni ofrendas, sin liturgias ni rituales. Un canto perfectamente mejorable y perfectamente inconcluso. Un canto que los dos habrían de renovarse cada día, por el tiempo que tuvieran que estar juntos, sin pensar ni en el pasado ni en el futuro.

10 de mayo de 2007

Venganzaaaaa!!!

El asunto de no tener tiempo para escribir me ha dejado sin muchas opciones: escribir cuando pueda, todo lo que pueda, sin límite de posteadas ni de tecleada por minuto.

Aquí es donde les recomiendo que tomen silla y se acomoden: lo de escribir, hoy, acaba de comenzar. Y para empeorar las cosas, tengo buena música, rica comida y absoluta calma...

9 de mayo de 2007

Elefantes verdes-gris

"Para mí, esa desemejanza era un atractivo más, ya que es sabido que las parejas que son (valga la redundancia) demasiado parejas, se aburren como ostras."

El porvenir de mi pasado. Mario Benedetti.

"Marchant dans la brume
Le cœur démoli par une
Sur le chemin des dunes
La plage de Malo Bray-Dunes
La mer du Nord en hiver
Sortait ses éléphants gris vert"

Le baiser. Alain Souchon.

Todavía no sé de dónde viene todo esto que siento mientras camino, pero sé que lo siento hondo, muy hondo.. .y sé que me lamento de sentirlo. Es que así, vestida como estoy, con un abrigo acolchado encima de unos pantalones de pana y un sueter de lana que viene a ajustarse encima de una camisa de algodón, rematada por unos guantes, bufanda y gorro, siento frío. Pero no es el frío exterior. Ese me gusta, me golpea fuerte en la cara mientras los elefantes verdes-gris del invierno belga se aproximan a mí, en esta vasta playa. Es ese frío otra vez. Ese que me hace sentirme absolutamente desprotegida, perdida, diminuta, insignificante, vacía...

Las dunas a mi derecha, el Mar del Norte a mi izquierda. Un perro corriendo y jugando en la heladísima agua de la playa. Yo jugando a recoger conchitas, de esos moluscos bivalbos raros que parecen tubos cortos y que les abundan a esta gente por acá. El anillo se me sale y con prontitud trato de recuperarlo. ¿Te imaginas si lo pierdes? ¿Acaso te reprimiría? ¿Se entristecería? ¿Diría que le das muy poco valor? Diría que es típico de tí y que lo has perdido a drede? Ya te ha echado en cara que él no se lo quita nunca, ni para hacer oficios domésticos, mientras tú te lo quitas no sólo para fregar y lavar ropa, sino porque te estorba...

Gris, verde-gris los elefantes que caminan en el cielo que nos cubre. Yo no sé de qué color está mi alma, pero no es bonito. Prefiero evadirme, no pensar en el problema del que venimos hablando él y yo. Lloro, sé que estoy llorando, me veo llorar todavía. Otra vez. Aún más. Hace rato también pero ahora más. Nunca antes como hoy, como ahora. El no dice mucho, me da la razón. Pero sé que no termina de asimilarlo para sí. Le vuelvo a explicar, me sigue exponiendo e imponiendo su punto de vista. Somos tan distintos que me frustro y decido dejar de hablar, de decir, de explicar. El creerá que tiene razón, que es todo lo que le importa porque a él le gusta ganar en todo, siempre, en cualquier cosa. Hasta en el simple divertimento que representa una partida de dominó jugada por novatos.

El aire tiene enredados pedazos de la niebla que se estanca más al norte. Mi corazón está rodeado por otro tipo de bruma. Y yo, para no llorar más, me rodeo del aire frío que me golpea la cara. En momentos así, el frío me devuelve a la vida, me hace sentir de nuevo mis dedos, mi rostro, mis orejas, mi piel... me dice que algo más está pasando allí afuera. Entonces salgo de mi caos interior y me entrego a sentir el frío. De normal me molesta y prefiero la calefacción. Pero cuando estoy muy triste o me siento muy perdida, salgo a coger aire frío, a caminar, a pasear. Y a veces, si no es suficientemente frío, me abro el abrigo para que el aire entre y me obligue a pensar en los temblores de la barriga y las piernas por el frío y no en mi bruma gris-blanca.

Me vuelve a hablar y me irrita. Quiero ir a oir los pájaros en la duna, el viento en la duna, las gramitas y la arena que hacen la duna. Para mí es como un vientre cálido en la vastísima costa fría. Es como la madre, como el calor de la madre. Y si no fuera por los turistas que por ahí se pasean, me sentaría por un buen rato en las dunas a escuchar a los pajaros cantar en sus nidos de verano, totalmente vacíos en este invierno gris, mientras abrazo mis piernas y me enrrollo sobre mi vientre. Vuelve a recordarme que estamos en la playa y le digo para ir a pasear por las dunas pero se rehusa. Alega que ya es tarde. Pero nunca es tarde para ir a visitar a sus amigos, para ir a cenar con ellos y tomar unos tragos que se diluyen con su dialecto cercano. Para él nunca es tarde. Siento como que yo le molestara. Mis amigos le interrumpen sus tardes de descanso el sábado y el domingo luego de montar en bicicleta con amigos toda la mañana, tras prometerme que saldríamos en la tarde con mis amigos.

El otro día me hizo rabiar. Y mucho. Hasta yo me sorprendí. Fue la primera vez que protesté con lágrimas de tristeza, de impotencia y de rabia, todo junto. Llegué a odiarlo por decirme que iríamos donde mis amigos y luego se declaró inapetente de cumplir con sus promesas, alegando que mis amigos vivían muy lejos. Le imprequé su negligencia y su indiferencia, le dije que para la próxima no le diría qué había, ni en casa de quién. Que simplemente haría una modesta maleta con una muda de ropa, mi cepillo de dientes y mi desodorante y me iría a la lejana casa del amigo en cuestión y me quedaría hasta el día siguiente, como ellos me habían propuesto hacer. A mí no me importaban los morochos de unos ni la beba de los otros ni el retoñito de aquellos otros... todos eran amables, generosos y amigos. Y él era un egoista. Al final, tras gritarme y perseguirme a gritos por la casa, tras llevarme por el brazo hacia el cuarto, me forzó a vestirme porque para él era punto de honor que yo estuviera no sólo molesta con él sino congraciada porque al final me complacía... "para que no digas nada de mí, que yo soy el malo y el monstruo", y me haló escaleras arriba. Me hizo rabiar más...

Ese recuerdo pasó como un destello de luz por mi mente. No insistí sobre ir a las dunas. Prefería recordarlas así como eran, pequeñas, protectoras, maternales. Si él me llevaba por mi insitencia, quedarían como yo, huecas, vacías de emoción, sin energía. Las prefería puras, limpias, ajenas a todo mi dolor... un sitio para poder ir si quería, si podía, otro día...

Se me anudó la garganta pero no lloré. No era por ganas de llorar el nudo ese, sino porque yo no dejaba salir mis palabras. Entonces ellas se agolpaban en la garganta, el último reservorio antes del sonido... y allí las forzaba a dormir. Me molestaba parecerme a él: despertaba a mis palabras, las llenaba de ilusiones y luego, arguyendo que no era ni prudente ni útil, las forzaba a dormir en mi garganta, someiténdolas a mi capricho. Pero yo no tenía energías ni para vencer mi lógica y dejar fluir mis palabras ni para discutir con él.

Nos fuimos mientras sobre nosotros se precipitaban elefantes verdes-grises que amenazaban con llover...

Vagabundear...

Así ando, un poco vagabunda.

Vagabunda y vagamunda. El mundo se me amplía y se me ensancha, se me ensortija y me atrapa y sigo sin saber qué pasa.

A ratos voy, a ratos vuelvo. Sigo siendo yo, después de aquella...

Y me reencuentro a pedazos las partes perdidas de mi persona. Me enternecen cosas para las que hace un año ya yo estaba marchita y reseca. Mustia.

Escribo sin música de la misma forma en que escribo sin tinta. Y sin embargo, todo queda grabado, guardado, memorizado...

Vagabunda. Hoy soy la que soy y si no me quieren, no me reciban. Hoy yo me basto a mi misma y estoy muy a gusto con mi piel, mi olor, mis cabellos, mis colores y mi vida.

Así que estoy lista para la aventura, con el bolso en la espalda y los ojos bien abiertos...

29 de abril de 2007

Aventuras en la cotidianidad

Dicen que la rutina mata cualquier relación.

Dicen que loro viejo no aprende a hablar.

Dicen que los idiomas se aprenden mejor cuando uno tiene un aliciente.

Dicen que nunca es tarde para empezar.

Dicen que lo que uno quiere lo puede lograr.

Dicen que cad aoveja con su pareja y cada loco con su tema.

Dicen, dicen, dicen.

Se dicen taaaantas cosas! Pero en estos días vamos a poner a brueba los enunciado que les dije antes: por petición oficial de mi novio, desde hoy y hasta el martes en la noche me sale hablarle hablarle sólo en francés. Tiene la firme intención de recuperar su perdido francés y de aprender conmigo, su novia, poco a poco todo lo que deba saber para desenvolverse en francés.

Así, ni rutina, ni loro viejo, ni falta de aliciente: esta relación la meneamos, desde la raíz, para romper barreras personales y poner a prueba refranes. Quién hace eso sólo por gusto, en el ánimo de "probar cosas nuevas" o, simplemente, por joderse la cotidianidad? Heme aquí, a ve rqué me cuentan ustedes!

Paris, otra vez

Es como la tercera o cuarta vez que la visito. Es como la tercera o cuarta vez que la descubro. Cada vez que voy a Paris me voy con "tarea pendiente": se me quedan rincones y calles, museos y actividades por conocer.

Esta vez fue por asuntos de trabajo, la vez anterior fue por turismo pero me llevo a sincerarme conmigo misma, la vez anterior fue por puro gusto y muy breve.

De Paris, cada vez, me traigo cosas lindas y feas, cosas ruidosas y tranquilas, cosas grandes y chiquitas, olores fuertes y sutiles. Siempre me traigo algo más que sólo lo que traigo en la maleta, que sólo los recuerditos para la familia, que sólo el acento en mi francés fluido.

Y de este viaje me traje: un enamoramiento profundo de las plantitas que se apropian invasiva y salvajemente de los huecos que quedan entre las juntas de las losas de cemento de las aceras; el olor del Sena mientras caminaba cerca de él para salvar la distancia de un puente a otro con la mitad del ruido de arriba y un 10% de los peatones y bouquinistes; el calorcito del sol que se declaraba osadamente en plena primavera; los destellos de Notre Damme, La Concorde, El Palacio de Cristal y la Tour Eiffel en medio de las estatuas del puente Alejandro III; las largas tardes cuasi veraniegas que llegaban hasta las 8 pm...

... y la sensación de que Paris es como una gran señora que siempre se queda feliz de que uno la visite pero le gusta tener todo en orden para recibirlo a uno con un gran café, en un tazón, en medio de su salón.

(Les debo las fotos, ya las publicaré prontito...)

23 de abril de 2007

La tierra de nadie

Alguien me dijo una vez, hablando del evento que dió origen a lo que hoy es su país, que Bélgica nació "de mútuo acuerdo", por así decirlo.

Me contaba este belga de nacimiento, flamenco antes que belga, según él mismo, que hace muchos años, los ingleses decidieron invadir y conquistar para sí lo que en la época era un pedazo de Holanda. Luego decidieron hacer lo mismo con los franceses, mientras estos peleaban con los alemanes. Luego, los alemanes querían reclamar para sí lo que los ingleses defendían como suyo en el continente europeo, en lo que era la antigua holanda.

tras mucho luchar los 4 países entre sí, se dieron cuenta de que se estaban afectando inútilemente y que lo mejor sería que siguieran sus luchas territoriales pero en un llamado "punto neutro", un trozo de tierra que los cuatro pudieran usar para pelear contra los demás sin salir afectados...

... y el "punto neutro" era un gran trozo de tierra cultivable, bañado por el Mar del Norte, lleno de campesinos y plantíos. Sería ese trocito de tierra, mucho más pequeño entonces, lo que se convertiría en la que hoy conocemos coo Bélgica.

22 de abril de 2007

Los taxistas acá y allá

Acá todos corren, se precipitan. Las mujeres taconean fuerte, mucho, a gran velocidad. Los niños caminan a su ritmo y los adultos los llevan halados de una mano y diciéndoles "dépêche-toi, on va en retard!" (apúrate, vamos retrasados). Los jóvenes se escurren agresivamente entre dos personas para llegar 5 nanosegundos antes a la puerta del tren, no importa si en el camino se tambalea una viejita. Piden disculpas y siguen...

Y los taxistas son más precipitados aún. van con el taxímetro puesto y no se saben ninguna dirección de todo el vasto Paris. Extraño a los taxistas londinenses que deben estudiar por años planos y mapas de Londres porque si no pueden responder cual es la ruta más corta yt más efectiva para unir 2 puntos cualesquiera de la ciudad, no aprueban el examen. Un examen que pueden presentar 2 veces seguidas y luego, si vuelven a fallar, no podrán presentarlo hasta después de 3 años... o algo así.

Acá los taxistas son casi todos extranejros, igual que ne Londres, pero son mucho más malhumorados. Como no se saben la ruta, parece que se molestarn consigo mismos. Pero como no se hablan a sí mismos, cuando le hablan a uno casi le gritan, le gruñen, le protestan y le reclaman. ¿Pero qué quieren que yo haga si soy turista y voy en un taxi? ¿cómo les explico cómo meterse del aeropuerto al hotel si soy turista? Les doy la dirección, tienen un GPS y pueden ponerle la dirección exacta la GPS... si tan sólo supieran usarlo! Y todavía me reclaman a mí, me vociferan a mí, me hablan con mala espina y van refunfuñando por todo el viaje...

Extraño tanto a mis taxistas venezolanos, sinceros y avispados. No tienen GPS y si no saben la dirección, te preguntan si sabes cómo llegarles. Si les dices que no sabes bien, te dicen que no importa, que saben llegar hasta X punto y luego los guias tú y si no, preguntan. No llevan taxímetro y te pueden desfalcar si te ven cara de desfalcable, pero también puedes negociarles la tarifa, cosa impensable en otros lados.

Son muy raros los que te gruñen o los que te ladran una respuesta. Y, sobre todo eso, con un taxista puedes hablar de lo que te venga en gana: el tráfico infame de ayer en la tarde, el clima cambiante que lo deja a uno loco, la política nacional -y con suerte la internacional-, los asuntos de la economía interna y la sociedad, cultura y ocio, música y entretenimiento... y hasta hechos curiosos de la ciencia moderna.

Aunque en Paris son más ordenados al manejar, me dí centa de que los taxistas allá también desordenan el tráfico para manejar con más velocidad. Así que no hay mucha diferencia. Salvo en el estado anímico general que te acompaña durante una carrera.

Me quedo con los taxistas venezolanos. Y es que a mí, un taxi en Caracas me parece una visita al psiquiatra, un recodo de familiaridad fuera de la familia. Porque hay taxistas que han hecho catartsis manejando mientras me contaban cosas que todavía no sé cómo salieron a colación. Y nunca se sintieron que yo era una absoluta extraña en su vida, no digna de saber de los más emotivos capítulos de su vida!