22 de abril de 2007

Los taxistas acá y allá

Acá todos corren, se precipitan. Las mujeres taconean fuerte, mucho, a gran velocidad. Los niños caminan a su ritmo y los adultos los llevan halados de una mano y diciéndoles "dépêche-toi, on va en retard!" (apúrate, vamos retrasados). Los jóvenes se escurren agresivamente entre dos personas para llegar 5 nanosegundos antes a la puerta del tren, no importa si en el camino se tambalea una viejita. Piden disculpas y siguen...

Y los taxistas son más precipitados aún. van con el taxímetro puesto y no se saben ninguna dirección de todo el vasto Paris. Extraño a los taxistas londinenses que deben estudiar por años planos y mapas de Londres porque si no pueden responder cual es la ruta más corta yt más efectiva para unir 2 puntos cualesquiera de la ciudad, no aprueban el examen. Un examen que pueden presentar 2 veces seguidas y luego, si vuelven a fallar, no podrán presentarlo hasta después de 3 años... o algo así.

Acá los taxistas son casi todos extranejros, igual que ne Londres, pero son mucho más malhumorados. Como no se saben la ruta, parece que se molestarn consigo mismos. Pero como no se hablan a sí mismos, cuando le hablan a uno casi le gritan, le gruñen, le protestan y le reclaman. ¿Pero qué quieren que yo haga si soy turista y voy en un taxi? ¿cómo les explico cómo meterse del aeropuerto al hotel si soy turista? Les doy la dirección, tienen un GPS y pueden ponerle la dirección exacta la GPS... si tan sólo supieran usarlo! Y todavía me reclaman a mí, me vociferan a mí, me hablan con mala espina y van refunfuñando por todo el viaje...

Extraño tanto a mis taxistas venezolanos, sinceros y avispados. No tienen GPS y si no saben la dirección, te preguntan si sabes cómo llegarles. Si les dices que no sabes bien, te dicen que no importa, que saben llegar hasta X punto y luego los guias tú y si no, preguntan. No llevan taxímetro y te pueden desfalcar si te ven cara de desfalcable, pero también puedes negociarles la tarifa, cosa impensable en otros lados.

Son muy raros los que te gruñen o los que te ladran una respuesta. Y, sobre todo eso, con un taxista puedes hablar de lo que te venga en gana: el tráfico infame de ayer en la tarde, el clima cambiante que lo deja a uno loco, la política nacional -y con suerte la internacional-, los asuntos de la economía interna y la sociedad, cultura y ocio, música y entretenimiento... y hasta hechos curiosos de la ciencia moderna.

Aunque en Paris son más ordenados al manejar, me dí centa de que los taxistas allá también desordenan el tráfico para manejar con más velocidad. Así que no hay mucha diferencia. Salvo en el estado anímico general que te acompaña durante una carrera.

Me quedo con los taxistas venezolanos. Y es que a mí, un taxi en Caracas me parece una visita al psiquiatra, un recodo de familiaridad fuera de la familia. Porque hay taxistas que han hecho catartsis manejando mientras me contaban cosas que todavía no sé cómo salieron a colación. Y nunca se sintieron que yo era una absoluta extraña en su vida, no digna de saber de los más emotivos capítulos de su vida!

No hay comentarios.: