29 de marzo de 2007

Lluevo afuera de mí.

Caracas con neblina y lluvia.

De normal, no pasa de ser un "clima lluvioso". Yo, esos "climas lluviosos" los veo de cierta forma, una forma muy personal.

Se me desatan "ataques de ansiedad".

Cuando eso pasa, tengo miedo a muchas cosas: a la inercia y la pereza, a quedarme dormida y que s eme pase la hora de salir de la cama para ir al trabajo, a perder el día holgazaneando si no tengo que ir al trabajo, a mojarme mucho si tengo que salir...

... pero, a lo que más le tengo miedo, es a mis propios recuerdos.

Temo sentarme a llorar ante la ventana cuando, de golpe, vienen a mi mente las sensaciones, las emociones, los recuerdos, de una semana entera sin mucho más que hacer que ir a clases en un sempiterno gris por telón de fondo.

Temo sentir el frío de esos días de invierno cuando todo era gris en la mañana y negro en la tarde... hasta la mañana siguiente.

Temo quedarme sola en casa porque me siento exactamente igual de triste y abandonada que cuando estaba sola en casa en aquella lejana tierra.

Temo perderme en la contemplación de una lluvia suave porque siento que podría invadirme la misma clase de melancolía blanca que todo lo cubría y me hacía desear, únicamente, darme por vencida de golpe ante el más nimio esfuerzo que estuviera haciendo por tratar de sobrellevar la agonía de sobrevivir a otro día de grises.

Temo a la lluvia que se cuela levemente por paredes o grietas y se abre paso por la casa porque siento que así de inicuamente podría desbordar algún área y me obligara a trapear para recoger ese agua fría en un balde que luego vaciaría en otro lado... odio vaciar baldes llenos de agua de lluvia.

Temo quedarme quietita, durmiendo, sin hacer nada.

Temo sentir la sensación de que puedo sentir, al menor roce con la realidad de un clima lluvioso, los primeros indicios de todo lo que más temo en esos casos...

Y, como al que no quiere uno le dan dos, a mí ahora me toca en versión redoblada.

Alguna vez dije que para Europa no volvería sino de paseo. Y me afirmé que para ese país no volvería nunca jamás. Ahora me toca ir. Y no precisamente de paseo: me toca ir a estudiar y a resolver algunos asuntos legales que siguen en pie. Y sí, me toca ir a ese país donde me aseguré a mi misma que no volvería jamás... no todo el viaje, pero sí una parte.

Voy, como dice alguien que bien me quiere, "a cerrar un ciclo". Que ese es mi principal objetivo. Y lo haré. Creo que me hará mucho bien.

En algún lado de mi corazón sospechaba, casi lo podía asegurar, que me tendría que enfrentar al hecho de ver otra vez, por un caprichito de lo más fortuito del destino, a los seres que siguen acusándome de algo que no cometí. Que no podía cometerlo ningún ser humano a 8.064 kms de distancia...

... homicidio. Emotivo, pero homicidio al fin. Incomprobable eso de "homicidio por la pura tristeza".

Ahora bien, sabiendo yo como son las cosas, sabiendo que las corazonadas mías son casi hechos, sabiendo que con anularlo en pesnamientos me hubiera bastado, ha querido mi agria suerte que hoy me preguntara el abogado la fecha de llegada "para lograr concertar una reunión a la que asistan ambas partes y todos juntos...."

En plena primavera lluviosa, con temperaturas entre los 4 y los 10 grados, con sensación térmica de 3 a 4 grados menos de lo que marca el termómetro, con un gris de telón de fondo y una sempiterna, cansona, fría e insidiosa lluvia persistente, me toca ver a mis ausentes, imperturbables, casi siempre distantes y fríos acusadores.

Tengo un ataque de ansiedad y un dolor en el tobillo, como siempre que hace frío y hay neblina en Caracas, porque se me abren las viejas heridas, las físicas y las emocionales...

... y no me da la gana disimularlas hoy, a casi vísperas del encuentro conmigo misma, en mi hoy y en el ayer que pienso cerrar.

Hoy, la que llueve soy yo.

23 de marzo de 2007

Granos de arena y errores

Los días, como ligeros granos de arena, se deslizan entre mis dedos. Casi imposible atraparlos, cada uno lleva en sí un grado de unicidad que lo hace irrepetible y reconocible pero, a su vez, debido a que viajan con otros muy parecidos, parecen una cascada de granitos idénticos entre sí.

Error...

En los últimos días he cambiado de modo de vida, de sitio de residencia, de perspectiva ante los afectos que tengo desde antes de tener consciencia, de los afectos que me he ganado a lo largo del camino e, incluso, de los que se quedaron atrás, a lo largo del camino.

En los últimos días he cambiado a nivel profesional y me he visto sometida a responsabilidades que no son las mismas que yo pensaba tener hace 5 meses. Mucho menos soñaba con tener hace un año.

Y, sobre todo, en los últimos días, he cambiado la imagen que tenía de mí misma.He explorado facetas de mí que temía explorar a raíz de cosas que me pasaron antes. He reencontrado trocitos de mí que había encerrado, a propósito, en cajones y cajitas de mis recuerdos, para no herirme al encontrarlos. Me he visto, valientemente, sostener un plumero para quitarle el polvo a recuerdos y observarlos bien, aunque luego me eche a llorar sobre el polvero que soy incapaz de sacudir.

Ahora, en los últimos días, me he dado cuenta de que, lentamente, voy avanzando. A veces, incluso, me parece que voy muy lentamente.

He visto cómo sigo teniendo miedos, arrastro recuerdos que me producen ansiedad porque no quiero repetirlos en mi presente... y sé que puedo hacer la diferencia tan sólo si estoy consciente de que ellos son pequeños recordatorios de mi aprendizaje.

He re-aprendido a ver la vida. Al sentirme y saberme capaz de hacer cosas que antes sólo me planteaba en un "algún día" he crecido en mi confianza personal y mis bordes de lo experimentado por mí hasta el presente.

Es así como me atrevo a firmar un contrato que me compromete a una relación laboral de 5 años, decido manejar y para no terminar haciendo novillos hasta me compro un carrito de segunda mano, me atrevo a enamorarme y a casi un año de novios me mudo a vivir con él... a ver si supero otro trauma y algún día nos casamos, replanteo mi relación familiar y me siento crecer a la par que veo que mis padres y mi familia están tan cerca de mí en esta oportunidad...

Del fondo del abismo al cielo. O casi. Pensar que hace casi un año y medio un pensamiento suicida en una estación de tren me hizo cambiar rumbo radicalmente. En ese momento pensé que ya todo valía nada...

Error...

19 de marzo de 2007

Agua espiritual, agua física

Alguien me dijo alguna vez que el agua purifica. Lo decía en un sentido espiritual, no sólo físico.
Estábamos hablando de algunas cosas que parecen profundas pero, creo yo, son profundas porque no nos parecen obvias. Y claro, la purificación física que da el agua es el aspecto más evidente de ella: es agradable dejarla correr por el cuerpo y sentirla mojándote, untándote, limpiándote.

Pero a nivel espiritual, el agua limpia y purifica, según alguien me dijo ya hace un tiempo. Y me ponía como ejemplo los bautismos en las religiones, que se hacen con un ritual que contiene agua, como el bautizo católico, o el del mismísimo Jesucristo con el bautista Juan. Que no sé qué oficio curioso será ese de ser bautista y convencer a la gente que mojándose en las aguas de un río cualquiera, la gracia de un dios, el que sea, bajará por la cabeza y se meterá en el cuerpo humano. Pero como oficio, he de reconocerlo, es bastante innovador. ¿Será por eso que ahora sufrimos tanto los hombres? Es que, creo, ya no hay gente así de creativa.

Pero el agua, según los que entienden de esas cosas sutiles, limpia también el alma. Y por eso le aconsejan a uno bañarse y con el baño echarse perfumes, hacer ritos con inciensos o velas e incluso, hacerlo a ciertas hroas del día para recibir más beneficios del sol o de la luna. También recomiendan hacerlo en ciertos días del mes, para que los cambios de la luna o del sol incidan más en la persona.

Y también le dicen a uno que el agua debe de ser pura... aunque no sé muy bien qué sea puro en nuestros días en este planeta, con tanta contaminación, con tanto smog, con tanta basura y tanto desecho nuclear. Seguramente tenemos uranio diluido en el agua del grifo de la casa y no lo sabemos. De ese uranio que se les escapó a los científicos en sus experimentos nucleares y sus intentos por descubrir cómo es mejor botar esa "basura radiactiva". Pero, aún así, dicen los que saben de esas cosas sutiles que el agua debe ser lo más pura que se pueda.

Ellos, como saben tanto del alma, del aura y los cuerpos astrales y qué sé yo qué otras cosas más -que suenan todas muy interesantes- tienen ritos que cargan el agua con energías sutiles de esas que ellos, y más nadie, pueden ver. Debe de ser un agua muy especial, muy etérea, muy ligera, casi sedosa la de ellos.

Es que, a raíz de esa conversa, me picó la curiosidad lo de saber qué se sentiría cuqndo ese agua sutil te recorre el cuerpo. Y sólo por ver qué se sentía, me dí una ducha en estos días prestando mucha tención a cómo se siente el agua que tengo en mi casa. Fue allí que empecé a buscarle adjetivos, según lo que yo he experimentado antes. Y descubrí que era un agua untuosa, pesada, redondeada, compacta, olorosa a desinfectante con lejía, mojada... como el agua al fin, mojada. Así es el agua que conozco. Es que yo nunca había prestado atención a eso, siempre me pareció que el agua era agua pero resulta que así es el agua que tenemos en casa. bueno, el agua que me limpia físicamente.

La que puede limpiar espiritualmente no la conocía yo hasta esta noche.

Y descubrí que este agua es ligera, resbalosa, muy mojada, casi imperceptible, intensa, profunda, inodora, coloreada...

Era agua venida de mi corazón, de mi alma, que salía por mis ojos y corría por mis mejillas lavando no sólo mi cara sino mi alma y mi dolor, mientras mi cuerpo se mantenía de pie debajo de una ducha con gotas que limpiaban mi cuerpo con su untuosidad, su pesadez, su redondez y su olor. El agua física me hacía querer sentarme en el piso, porque el agua espiritual me había debilitado la capacidad de mantenerme en pie, pero tras gimotear profundamente un par de veces y de haber vertido chorros de ese agua espiritual tan profunda, logré reestablecer la fuerza física que me había disminuido esa ducha bautismal.

Y se me ocurrió pensar, justo en el instante en me soplaba la nariz, que no había nadie más limpio que yo en todo el mundo, precisamente porque no había nadie que se hubiera dado, en simultáneo, esas dos duchas.

Así que creo que sí es verdad lo que dicen los que saben: el agua limpia, purifica y, cosa curiosa, hasta te libera.

3 de marzo de 2007

Azul se lee en clave de amor

Y será que los sueños se van con el sol?
O será, mas bien, que en la cotidianidad los despachamos con el frenesí de la calle?
A saber.

Yo sólo sé que de un tiempo a esta parte, sueño de día y lo concreto todo de noche.
Así, al alba, me encuentro muy cansada y el día me parece una gran almohada.

Pero en medio de la vigilia nocturna y la duermevela diurna, he logrado hallar el tiempo necesario para amar, en tonos azules, tranquilos, serenos, a un ser que me acuna las angustias y me arropa los quebrantos.

Y será que los amores tienen colores?
Y los de mayor profundidad y más presencia son los más perdurables?
A saber.

Yo sólo sé que de un tiempo a esta parte, mi amor es de un cierto tono azul.
Y así, como alguien lo musicalizara antes, empiezo a creer que el amor se escribe con clave de azules y pinceladas de rojos.