17 de julio de 2007

Ce landau, ese bebé

"Je voyais passer et repasser une jeune fille avec son bebé dans un landau. Je pensais à elle, à ce bebe, à ce landau et à l'autre qui manquait et duquel elle se cachait..." L .O.

"Veía ir y venir a una mujer joven con su bebé en un cochecito. Pensaba en ella, en ese bebé, en ese cochecito y en aquel del que ella se escondía..." L.O.

Tarde gris y fría de una primavera inusualmente veraniega en Bruselas. Estaba en la entrada de mi hotel esperando a alguien y en eso la veo venir. Atravesó como una loca toda la "Place du jeu de balle" con el cochecito en las manos y el niño adentro, dando tumbos en ese pedreguyero irregular que son los adoquines de los que están hechas todas las calles de Bruselas, Gante, Amberes, Lovaina, Brujas y la plaza de Mons.

Ella iba firmemente sujeta del cochecito, como si en ello se le fuera la vida. Iba con la cara amarrada y una chaqueta de jeans abierta que tapaba un sueter azul cielo. El niño iba arropadito, impasible e inexpresivo. Quizás habituado ya a los tumbos que daba con las piedras. Quizás acostumbrado ya a la velocidad que su madre le imprimía siempre al cochecito y que lo hacía dar tumbos por culpa de los adoquines.

Bajó por la calle frente a mi hotel luego de hablar brevemente con un hombre. La expresión del rostro me hizo pensar que algo la enojaba. Las palabras, en dialecto, no las entendí nunca porque sólo hablo holandés. Me miraba ese hombre, como si yo supiera algo de la escena. Voltée a ver hacia otra dirección y ví mi reloj.

Quince minutos después la veo subiendo la misma calle que acababa de bajar. Había doblado desde la otra esquina, por lo que no sé qué vuelta había dado pero la dió. Giró otra vez en la esquina donde estuvo hablando con el hombre que me había mirado fijo. Ahora se alejaba de mí y la ví doblar a la izquierda al final de la calle. Volví a ver mi reloj. Todavía no llegaba quien yo esperaba.

Veinte minutos después la ví llegar por la misma calle por la que la ví la primera vez. La única diferencia era que caminaba más aprisa. El hombre de la esquina salió del bar para poder hablar con ella en la esquina. Ella pasó caminando, casi gruñendo algo que le al hombre gritaba y que, al parecer, era asunto de gran urgencia porque nunca se paró a decírselo sin gritos. Todavía no llegaba mi esperable.

Diez minutos después la ví subir por la calle aquella en bajada. Venía de la acera opuesta a la de la primera vez, así que había vuelto a dar la vuelta. Esta vez sólo llegó a la esquina a hablar con el hombre de la esquina y cuando vio alguien a lo lejos, decidió devolverse por donde había venido. Presurosa, la ví casi correr y el niño iba adentro, firmemente mecido, víctima de los adoquines y la velocidad de las piernas de su madre.

No ví a ninguna persona siguiéndola. No ví a ningún hombre qu ela acompañara. Me quedé esperando a mi esperable en esa ventiscosa esquina mientras pensaba en ella, en el niño, al cochecito y en ese del que ella huía.

No hay comentarios.: