3 de septiembre de 2007

La cauchera de Kristof

De ese país lejano del que yo alguna vez fui parte, me queda clarísimo un recuerdo. Bueno, me quedan muchos, lo que pasa es que no sé que los tengo hasta que alguna cosa que veo, que me dicen, que oigo o que huelo aquí, en mi tierra natal, me hace pensar en algo que yo viví, ví, oí u olí allá, en esa tierra lejana de la que ya les he hablado antes.

El caso es que hoy, en una de esas visitas que hace de rutina la gente que tiene carros a lo que en mi tierra se conoce como cauchera, me acordé de Kristof y su cauchera.

Kristof es un personaje de apariencia a lo John Wayne con Roy Rogers, un tipo de modos tranquilos, medidos, de rostro magro (no enjuto) y, aunque canoso, no se ve avejentado. Las manos de Kristof nunca desmintieron de su profesión y su sencillez dejaban ver siempre lo transparente que era, aunque yo no entendiera ni papa de lo que dijera en su dialecto natal.

Tenía Kristof una cauchera que había montado su padre. Su madre, una señora ya anciana, se ocupó del negocio por años y fue el hijo quien tomó las riendas del negocio. Su madre, según me contara alguien alguna vez, era también alguien de temer en lo de cambiar cauchos: solita le daba a la llave para aflojar los pernos, subía con el gato el carro o camioneta y se dedicaba a desmontar el caucho, aflojarlo del rin, medirlo, arreglarle lo que tuviera, montarlo otra vez en el rin para proceder a inflarlo y luego volver a montarlo en el carro.

Ese era el mismo trabajo de Kristof. A mí me encantaba verlo trabajar porque él tenía un ritmo muy claramente definido para todo en su taller y todo funcionaba como en un ritual. Los rituales, no es novedad, calman todas las fieras, incluidos los bebés. A mí me relajaba muchísimo ir a visitarlo. Era casi como estar en contacto conmigo misma... ¿será porque me alejaba de mis atormentados pensamientos?

Recuerdo que Kristof, en ropa impecable, saludaba al cliente y procedía a preguntarle la razón de la visita a su pequeñisimo taller... donde no cabían sino cuatro carros afuera del taller, uno al lado del otro y dos detrás de los dos primeros. Con mucha precisión ponía la llave de cruz en posición y con firmeza, pero sin brusquedad, aflojaba las tuercas del caucho una a una. Luego traía su gato hidraúlico y, mientras continuaba la charla que inició con el "Goeie dag" y que sólo interrumpía cada vez que iba a buscar una herramienta unos 5 metros más allá, procedía a levantar con golpes rítmicos del pie el carro que tenía ante sí. Luego terminaba de aflojar el caucho y lo sacaba con ambas manos (nunca lo dejaba car al piso). Lo llevaba a una máquina que le servía como banqueta de examinación del caucho en posición horizontal y como "doctor" de cauchos si le apretaba un botón. Por lo general hacía una inspección visual del caucho, girándolo en ese torno, y luego le daba al botón verde para iniciar el escaneado computarizado del caucho. Entonces la máquina ponía a funcionar un rotor y el caucho giraba bastante rápidamente. Kristof se ocupaba de ver en una pantallita qué le pasaba al caucho. A veces no veía la pantalla, sólo veía al rotor y acercaba una oreja. Parecía que con eso le bastaba para saber qué le pasaba al caucho.

De repente, tras un período de tiempo que sólo él estimaba, le daba a un botón rojo que tení ala máquina y el rotor comenzaba a desacelerar rápidamente. Kristof procedía a despegar el caucho del rin sacándole el aire primero, le ponía una serie de plaquitas de metal de diferente tamaño y grosor en el borde interior, a donde va unido con el rin. Nunca supe exactamente para qué eran, yo siempre supuse que esas pestañitas d emetal eran para balancear el peso y ajustar el desgaste del caucho. Luego procedía a volvía a ajustar en posición el caucho, lo inflaba a la presión adecuada y lo volvía a montar con un procedimiento inverso al que yo explicaba la principio.

Esto lo hacía con un mínimo de 2 cauchos por carro. A veces lo hacía a todos, incluido el de repuesto. Y todavía le daba tiempo para responder a mis preguntas en mi incipientísimo holandés o, mejor aún, mi muy fluido francés. A él le encantaba hablarme en francés y a veces paraba un poco su trabajo: tenía muy pocos clientes con los que podía practicar la lengua que más hablaba con su papá y le costaba a veces encontrar sus palabras para explicarme todo. Su hija estudiaba mecánica automotriz y él decía que yo me parecía un poco a ella por lo preguntona, que a él le parecía genial que una mujer estudiara mecánica automotriz porque eso era síntoma de avances en la sociedad, la mujer no tenía por qué tragarse sus preguntas y limitarse a lo que sabía. Que si así debiera ser para los hombres porque la sociedad fuera feminista, él se sentiría muy a menos, por ser hombre. Sus ojos brillaban y se sonreía cuando veía, por mi sonrisa y mi gesto que yo había entendido perfectamente lo que él me quería decir en su algo oxidado francés. Luego él retomaba su trabajo con una sonrisa, un poquito más aprisa porque se había detenido un par de veces a hablarme de algo más largo que el saludo que prodigaba a sus paisanos.

Hoy me tocó ir a una cauchera a sacarle un tornillo que se le había incrustado al caucho posterior de mi carrito. La comparación con la cauchera de Kristof es imposible. Innecesaria. Impertinente. Desde el atuendo hasta la manera de saludar, pasando por la diligencia con la que me atendieron y el oscuro procedimiento que le hicieron a mi caucho (que nunca me aclararon aunque pregunté 2 veces, supongo que porque soy mujer...), nada, nada podía alejarme de la mente a Kristof...

Aunque pagué por la reparación del caucho, el viaje a Bélgica, a Ingelmunster, al taller de Kristof, no tuvo ningún tipo de incidencia en mi presupuesto. Me salió gratis. Y, de paso, me sonreí aaaamplio. Una sonrisa así, nunca tiene precio.

1 comentario:

Rodolfo dijo...

Si definitivamente los caucheros aquí no hablan francés. Pero si algo es verdad es el machismo en los temas de mecánica.Aunque en mi caso y en mi casa eso no es así. Yo soy el que cocina y mi novia la que sabe de mecánica :-) y de carros. Tanto que a ojo identifica de que año es un modelo de un carro o de otro. Y yo que confundo una Blazer con un Escarabajo.