29 de mayo de 2007

Mi marciano favorito


En medio de todas las agitaciones en las que transcurre justo ahora mi vida (sin hablar nada del tema político-social que reina en mi país), me he dado cuenta de que una de las muy pocas cosas que me da calma y paz, es la compañía de "el señor que vive descaradamente conmigo".

Es que, estoy convencida, me casé con un señor que tiene la peculiaridad de agudizar la oreja justo cuando está más dormido... y al menor ruidito salta. Igualmente, es capaz de predecir la proximidad de la lluvia según se comporten los vellos de su antebrazo (cualquiera de los dos antebrazo, ¿he de considerar eso un síntoma de fecundidad?). Y, como si fuera poco, es capaz de decir que no soy fea cuando me duermo profundamente y con la boca entreabierta.

Todo eso podría meterlo cómodamente en el saco de "manías personales" o, incluso, en el de "convicciones personales" si no fuera porque me acabo de dar cuenta de que hasta me ha convencido de que nos hemos casado y hablamos de una vida juntos (incluidos los repollos) cuando, en realidad, no hemos firmado ningún documento que nos oficialice la unión que tenemos.

Definitivamente, estoy por llamar a la NASA. Me engañó un extraterrestre que me abjudo, me sedujo y me sigue vendiendo la idea de su normalidad...

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