28 de febrero de 2007

Incomunicada



Una madre felíz, es una hija tranquila
Una hija felíz es una madre tranquila.

Ayer estaba tranquila y felíz porque había teléfono en casa y podía llamar a mi mamá cuando estuviera en casa, y ella podía llamarme siempre que yo estuviera en casa. La única condición era la de desconectar la internet y conectar el teléfono y viceversa.

Hoy, el aparato hace ruidos infernales al conectarlo...

¿Alguien sabe cómo calmar mi intranquilidad para poder recobrar mi felicidad?

27 de febrero de 2007

De a pedacitos



Y al tercer día....

...volví a sentarme a escribir.

Me cambié de residencia hace 3 días y sigo adaptándome a los altibajos de la novedad.
Con el tiempo me he dado cuenta de que la vida nos hace aprender lecciones a pedacitos. Y también me he dado cuenta de que, en general, ella busca los caminos más sutiles para enseñarnos. Pero, también me he dado cuenta de ello, cuando los caminos sutiles le fallan, la vida no duda en hacer uso de métodos más directos, más físicos, para hacernos entrar por el camino de los cambios que nos harán ampliar nuestra forma de pensar y de evaluar nuestra cotidianidad.

Y no sé qué cambios deba introducir en mi realidad, pero como le fallaran los caminos sutiles, la vida tomó algo tan físico como una mudanza y me llevó por ese camino. En el aprendizaje está envuelta mi familia y muchos otras seres que me acompañan o me conocen. Quizás sea precisamente por eso que la vida escogió este camino para mi aprendizaje: para tocar a muchas personas al mismo tiempo en contextos de aprendizaje diferentes.

Nuevamente, me toca decirle "adiós" a una parte de mí y "hola" a una nueva yo que no conocía... Sé que me queda toda una vida de lecciones que me irán mostrando un pedacito nuevo de mí cada vez. Quizás, al final, de eso se trate la vida: de autodescubrirse. cada día, de a pedacitos.

24 de febrero de 2007

Oración para dormir


Te amo brujita, te amo brujita, te amo brujita.
Y lo repito sin cesar, para conjurar los malos sueños y mi soledad.

Te amo brujita, te amo brujita, te amo brujita.
Y lo repito a modo de oración para que llene el silencio de la habitación.

Te amo brujita, te amo brujita, te amo brujita.
Y no me canso de repetirlo, esperando invocarte con mi oración

Te amo, brujita.

Te amo, mi vida.

Te quiero, mi amor.

Te amo, brujita.

Te amo, brujita.

Te amo, brujita.

Te amo...

23 de febrero de 2007

Confidencias en voz alta


-Mira, Raúl... las mamás, cuando se enferman... a uno le preocupan.
··Y tu mamá es vieja?
-Bueno, fíjate, si tu me ves así de grandota y tu crees que yo soy vieja porque soy mayor que tu mamá... Porque tú crees que yo soy vieja, ¿verdad?
··(sonrisa pícara)
-Simpática, sí, 'ta bien, pero vieja también, ¿verdad?
··(sonríe y asiente)
-Bueno, mi mamá es más vieja que yo.

Y cuando las mamás se enferman, a la edad que sea que tengan, uno se preocupa. Quizás cuando sea madre entienda por qué mi mamá siente que, de morirse, ya estará todo resuelto porque su progenie ya está grande... y quizás también entienda por qué lo dice con tristeza en la voz y un dejo de resignación.

21 de febrero de 2007

Perdidos



Dicen los pájaros que las lluvias se acercan.
Y les creo porque los árboles se secan.

¿Cuántas cosas hay que queremos y que no nos llegan
por no saber tener la oreja atenta?

Aquí y ahora soy.


Cuentan que cuentan que la vida es algo tuerta. Pienso que la vida es como un paisaje esculpido, tallado, decorado, en la tierra de nuestros años.

Me imagino la vida como un hermoso paisaje que tiene cascadas, valles y montañas, planicies y colinas. Cada una es una vivencia intensa de las muchas que pueden existir en una sola vida. Y, al igual que si lo hiciéramos con un paisaje, de quitarle algún elemento, seguramente sería menos hermosa, menos digna de un extasis contemplativo.

Ahorita mismo miro mi vida. En silencio, en calma, distante de muchas cosas ya pasadas, logro sentir la maravilla de estar a solas conmigo y disfrutar de toda la riqueza y la sabiduría que se esconde en mi ser. Y no me arrepiento de nada de lo que me ha tocado en dicha vivir.

Me admiro de saber que esto que he logrado ver, de lo que he vivido, es sólo un pedacito de todas las maravillas que se esconden en tantos y tantos seres que me rodean, que comparten conmigo este planeta, que siguen el paso del sol y la luna en el cielo como lo hago yo.

De repente me siento una con el mundo y logro entender lo que puede ser un atisbo de la iluminación.

Y sé que mi vida ya ha sido vivida, en otro tiempo, en otro sitio. Que mis pasos ya han sido andados y han sido superados. Pero fue la vida de otros seres que me precedieron. Ahora me toca a mí sentirlo, experimentarlo.

17 de febrero de 2007

El cuentacuentos

Erase una vez un cuentacuentos.

Su capacidad para inventar historias parecía infinita y tanto los grandes como los chicos le admiraban.

Se decía que jugaba con las mariposas de abril y cantaba al alba, con los loros. Que bailaba en las tardes y contemplaba largamente la pálida cara de la luna. Contaban los mayores que de niño había sido tocado por las hadas y cuando corría por los bosques, las criaturas nunca lo lastimaban.

Era un ser de gran belleza y linda presencia. Su sonrisa parecía la de mil luceros y sus ojos eran como la luz en medio de las noches con neblina. Su voz era como la tierra recién regada por la lluvia y el olor de los guayabales.

Su consejo servía de apoyo a muchos que no sentían que pudieran merecer la atención de los grandes sabios. Su respeto le hacía merecedor de consejos de los mayores. Los cuentos que ellos le contaban, él los atesoraba con amor y los convertía en miles de luciérnagas en las noches, mientras le contaba de su vida a la luna. Dicen que las estrellas le soplaban al oído sus historias.

Un día se instaló a contar un cuento en la plaza y no le salían las palabras. Se dió cuenta que no podía narrar ese cuento: no sería creíble para nadie. En su cara no habría la cantidad de certeza en que esa historia podría ser real, para poder narrarla y ser creída por todos.

Silenció su voz y cerró sus ojos. Pidió disculpas y se retiró. Todos quedaron boquiabiertos.

Por noches y días no pudo mirar a la luna. Se sentía avergonzado. Se creía soberbio y pensaba que su imaginación era sobrepasada por su ego y su deseo de ser reconocido siempre. Dejó de escuchar a las estrellas y las mariposas, las criaturas y la luna. Perdió todos sus cuentos y sus palabras.

Empezó a vagar más y más hacia las montañas. Un día tuvo la sensación, al despertar de un sueño, de que si encontraba a alguien que hubiera vivido esa historia, sería capaz de tener la credibilidad suficiente en su cara como para poder hacer que el público la creyera. Así que emprendió el camino. Se despidió de todos y, con la bendición de algunos y el desprecio de otros, se fue a buscar su propia certitud.

En cada parada, cada noche, hacía una reflexión sobre lo que había vivido, sobre lo que había sorteado y lo que la vida le había regalado. Pasaron muchas lunas y no encontraba nada como esta historia que él soñaba, ahora con más insistencia.

Años pasaron y llegó a una casita minúsucula donde pidió algo de comer o un refugio para pasar la noche. Los que allí vivían, un muchacho y su joven esposa, lo albergaron y le dieron de lo poco que tenían para comer. Y en silencio, logró palpar lo que aquellos dos seres se profesaban. Con los ojos se contaban todo su amor. Con sus manos tejían la dicha que los embargaba al saberse acompañados por aquel otro que los complementaba. Sus sueños, pensaban ellos, siempre que se apoyaran mutuamente podrían lograrlos. Eran jóvenes. Eran inexpertos. Eran infinitos. Eso era lo que él necesitaba. Allí estaba la prueba de que su cuento sí era real, sí era posible, sí existía.

Allí entendió que las estrellas, como siempre, se lo habían soplado en sueños y que ellas lo habían visto suceder muchas veces, en muchas partes. Esta era sólo una de esas. Se sintió avergonzado por dudar de la sabiduría de las estrellas y salió a contarle a la luna, atropelladamente, su ansia y su agradecimiento por su sabiduría infinita. Ella le sonrió, plena y blanca, tan baja que casi se la podía tocar.

El cuentacuentos regresó. Directo a la plaza se dirigió. Los niños corrieron a ver al forastero y los adultos se sentaron a escucharlo, como cuando eran niños. El, con los ojos brillantes como la luz que brilla en medio de las nieblas nocturnas y su voz de tierra mojada por la lluvia contaba la historia con la misma rapidez con la que la tierra cuelga los frutos de los guayabales.

El pueblo entero, mudo, lo escuchaba. Al final, se hizo un silencio sobrecogedor.

Y se escucho al cuentacuentos decir "y es que, por increible que parezca, el mundo es más vasto de lo que nuestros ojos ven y nuestras mentes entienden... y esto es absolutamente cierto!"

15 de febrero de 2007

Carta número 3


No puedo odiarte, lo sabes. Pero has revuelto mi vida y la has seccionado en dos partes perfectamente visibles. Así que todo lo que vive en mí por tí, y lo que existió, también lo has separado por esa línea indeleble, trazada con un pulso firme.

A tí te debo el saber hasta qué punto puedo ceder en mis aspiraciones y hasta que punto debo negarme a dejar que mis aspiraciones no sean tomadas en cuenta.

A tí te debo el saber hasta qué punto puedo dejar que me maltraten y hasta que punto debo evitar ser maltratada.

A tí te debo el saber qué cantidad de terquera habita en mí.

A tí te debo el saber qué cantidad de ternura y amor guardo.

A tí te debo el saber qué cantidad de espíritu de martir tengo escondida en mis fibras.

A tí te debo el saber cuál es el límite de mi autocompasión y el inicio de su erradicación.

A tí te debo el saber hasta qué punto llega mi capacidad de entrega y compromiso en una relación.

A tí te debo el saber qué hacer y cómo no actuar con un hombre al que creo que podría amar o al que simplemente aprecio.

A tí te debo el saber todo lo bueno que me compone.

A tí te debo el saber que todo lo que yo quiera lo puedo lograr.

A tí te debo el haber descubierto una parte de mí que no conocía y que es expansiva y obstinada.

Por eso no te puedo odiar, porque te debo muchas cosas maravillosas.

Pero sí te puedo decir que todo eso te lo debo porque todo lo descubrí a través de la crisis más intensa que he tenido a nivel profesional, afectivo, familiar, lingüístico, personal y financiero en el año y tres meses más intensos de mi vida. Y todo es resultado de la falta de atención que prestaste a mis problemas, a mis logros y a mis batallas cotidianas. A la falta de comprensión ante mis pequeñas (o grandes) tristezas o frustraciones. A la falta de generosidad que te caracterizó y que impidió que entendieras que una relación de pareja se hace entre dos y de a poquitos cada día.

A través de este año y 2 meses que me separan del triste adiós que me permitió sentir que podría volar otra vez, y que te reveló dura y fríamente todos los errores que habías cometido en nuestra relación, justo cuando estoy alcanzando horizontes que nunca pensé alcanzar, justo ahora que comienzo a sentir que florezco otra vez, algo en mí se remueve.

Es que me toca volver a tu tierra.

Me toca terminar el ciclo de lo que se relaciona con nuestros adiós, el emocional, el físico y el legal.

Me toca ver a tus padres llenos de recriminaciones y odios hacia mí por tu muerte injusta y mi inicua actitud, según ellos.

Me toca volver a enfrentarme a todo lo que una vez significó una enorme tierra de cosas lindas y luego se convirtió en una jaula gris de ausencia y melancolía que pintaba de reveses cada ladrillo y cada baldosa que yo posara o tocara.

Me has dejado a merced de mis recuerdos en tu tierra para resolver un asunto que no nos compete más sino que me pertenece a mí.

Sé que sin todo lo que me forzaste a vivir entonces, no hubiera podido asumir todo lo que me toca vivir ahora.

Sé que este ciclo, que yo intuyo grande, será más grande de lo que me imagino.

Sé que no te odio pero tampoco resultas una presencia neutra en mi vida.

Me he arrancado palabras que me recuerdan eventos, canciones que me recuerdan sitios, gestos que me recuerdan personas, comentarios que me recuerdan emociones.

He hurgado en mí y, poco a poco, he hecho absolutamente todo lo que me dije allá, en tu tierra, que "algún día" podría hacer.

He aprendido a vivir con la presencia constante de cositas que me recuerdan algo de tí, de nosotros, de tus gestos y palabras y de mis ires y venires por aquel país tan plano.

He aprendido a no dejar entrar en mi vida a quien no me interesa que entre.

He aprendido a entender y perdonar. Me falta mucho pero sé la capacidad vive en mí.

He aprendido a abrazar y apreciar muchas pequeñas cosas de la cotidianidad.

Así que hoy no te escribo para agradecerte, sino para decirte que las gracias que te debo van acompañadas de un poco de dolor y molestia porque fuiste tan bueno como malo, tan sincero como mentiroso, tan interesado como dado y tan divino como humano.

Me debo un perdón eterno para tí y para mí y una seria revisión de mis intereses y valores porque hasta me has arrancado palabras de la lengua y risas de la cotidianidad.

Me enfrento a esta amarga vuelta del camino desde meses antes de llegado el momento. como entonces, ya mis emociones se revuelven. Como entonces, mi obstinación se exacerba y mi calma disminuye. Me toca, nuevamente, respirar profundo, mirar dentro de mí y entender que si observo desde afuera el problema, seguramente me llegarán todas las respuestas.

Mientras? sigo pensando que te debo y me debo un perdón eterno por errores que cometimos...

12 de febrero de 2007

Al otro lado del espejo



Como cada mañana, lavo mi cara.
Y al levantar la mirada la veo allí, frente a mí, parada.
En su escurrida superficie, ella también se lava la cara.
Y se me queda viendo fijo, casi como con mi mirada.

No la conozco, ni sé lo que hace.
Sólo sé que coincidimos en un instante, ese, en el que compartimos imagen.
Pero luego, cada quien hace lo que le place.
Y ella se lleva consigo mi imagen.

Me imagino su vida completa, con un trabajo importante y una vida perfecta.
Pero nunca he cruzado palabra con ella.
Así que su vida me la imagino y me la reinvento entera.

Y allí que hoy, como siempre, la veo a ella, quieta.
Su cara a la mía refleja.
Y su vida, de la que nada conozco, como cada día, se aleja.

A veces me pregunto si ella durante el día de mí se acuerda
O si sólo en mi espejo, esperando, se queda
Sólo porque le gusta que yo, a ella, la vea.

A veces me pregunto si ella es, como dice la gente, fiel reflejo de mi imagen.
Y en otras me pregunto si no seré yo la que refleja la viva imagen de ella.
Y así, quizás sea yo la que en verdad vive al otro lado del espejo con una vida perfecta.

3 de febrero de 2007

El Che Guevara, Ghandi y yo



Según la Revolución Bolivariana (desmesurada a raíz del resultado electoral del 3 de diciembre) el ideal al que ha de aspirar la educación nacional ha de ser el Che Guevara.

Eso me hace pensar en dos cosas:

1. El gobierno quiere que todos los ciudadanos sean médicos, como alguna vez fue el Che Guevara.

2. El gobierno quiere que todos los ciudadanos sean guerrilleros, como alguna vez fue el Che Guevara.

De aquí, saco yo dos análisis:

1. Si todos los ciudadanos son médicos, ¿quién va a construir los hospitales? ¿quién gestionará los recursos? ¿quién administrará los recursos?

Quizás sea un error mío tomarme el discurso de la Revolución desde esa perspectiva y yo deba analizarlo por el lado de que hay que perseverar por salir adelante y hay que entregarse de lleno a los estudios para triunfar en la vida, tal y como hacen los médicos, los enfermeros, los abogados, los contadores y otros muchos profesionales de muchas áreas.

2. Si todos los ciudadanos son guerrilleros, ¿quién apoya a la Revolución Bolivariana? ¿Será que el gobierno quiere ahora una oposición armada? ¿Se habrá dado cuenta el gobierno de que todos los guerrilleros son guerrilleros precisamente porque se oponen a las medidas establecidas por las autoridades del país donde viven y como son sancionados por las leyes de ese injusto sistema en el que viven, tienen que andar escondidos?

Quizás sea un error mío tomarme el discurso de la Revolución desde esa perspectiva y yo deba analizarlo por el lado de entregarse de lleno, desbordante de amor, olvidarse hasta de la familia y renunciar a los apegos materiales por ir en pos del ideal que me defina, que me haga vibrar desde la fibra más interna de mí misma y que me motive siempre a ir más allá.

Ya, creo que la Revolución hablaba de ser uno mismo siempre, cueste lo que cueste, pase lo que pase, se oponga quien se oponga. Resistir siempre, pues.

Pero yo no quiero un fusil en la mano porque -para mí- las armas son bonitas como objetos decorativos, son símbolos de la evolución que nos permitió llegar a donde estamos, pero no pueden ser útiles para matar a otro ser humano (ni siquiera un animal) porque allí mismo estaría mandándome a unos 20 siglos de involución.

Así que voy a apelar a mi derecho a ser "vetor de conciencia", y no portar armas, pero sí defender a mi país. Creo que me voy a plegar al modelo de Ghandi que fue más del estilo mío y no haré nada como el Che porque él murió a punta de plomo, como vivió su vida.

Y resistir siempre, pase lo que pase, esforzándome siempre por mejorar, siendo yo misma y siguiendo al ideal que mueva mi corazón.

2 de febrero de 2007

Te digo adiós



Te digo adiós y, al hacerlo, no te guardo rencor.
Te quise siempre y, al final, sé que tú también lo hiciste.
Te envié tres largas cartas y esperé una noticia tuya.

Me llené de paciencia y comprensión en tu silencio.

Te conseguí en el teléfono, me hiciste pensar que tus ocupaciones te acaparaban.
Te escuche saludarme con tu voz, que se alegraba como siempre, y tus explicaciones extrañas.
Te habías convertido en maestro y me hablabas de haber terminado mi proceso de aprendizaje.

Me habías considerado discípula y no lo sabía.

Te sentí, de repente, más lejano que la distancia que nos separaba.
Te creciste, enorme y gélido ante mí.
Te sentí mirandome con superioridad, por primera vez.

Me quedé sintiéndome tonta y defraudada y no lo sabías.

Te pedí seguir en contacto. Un poco desconcertada y un poco perdida en tus palabras.
Te sentí agrandado por decisión propia y supe que ese adiós era definitivo.
Te recordaba tan pupilo como yo, sobre todo porque tú lo sentías.

Me voy y, al hacerlo, me acompaña la calma porque siempre supe que así debía de suceder.

1 de febrero de 2007

Mi tierra de las maravillas



Tengo en mi jardín una trinitaria fucsia salpicada de blanco. Es su disfraz para jugar a las escondidas con las nubes

Tengo en una gran jaula un gerbo dormilón que no canta pero sí se asusta. Creo que moriría de timidez si viviera en una tetera donde lo hagan cantar en fiestas a las 4 de la tarde.

Tengo afición por los hongos. Procuro comerlos poco porque no sé si me harán crecer o si me harán chiquita.

Tengo muchos relojes y soy muy coqueta con ellos. No me gusta llegar tarde ni a las puestas del sol a las 6 de la tarde.

Tengo mucho sueño y me voy a dormir. Es mi frase perfecta para irme de viaje por ahí...