2 de febrero de 2007

Te digo adiós



Te digo adiós y, al hacerlo, no te guardo rencor.
Te quise siempre y, al final, sé que tú también lo hiciste.
Te envié tres largas cartas y esperé una noticia tuya.

Me llené de paciencia y comprensión en tu silencio.

Te conseguí en el teléfono, me hiciste pensar que tus ocupaciones te acaparaban.
Te escuche saludarme con tu voz, que se alegraba como siempre, y tus explicaciones extrañas.
Te habías convertido en maestro y me hablabas de haber terminado mi proceso de aprendizaje.

Me habías considerado discípula y no lo sabía.

Te sentí, de repente, más lejano que la distancia que nos separaba.
Te creciste, enorme y gélido ante mí.
Te sentí mirandome con superioridad, por primera vez.

Me quedé sintiéndome tonta y defraudada y no lo sabías.

Te pedí seguir en contacto. Un poco desconcertada y un poco perdida en tus palabras.
Te sentí agrandado por decisión propia y supe que ese adiós era definitivo.
Te recordaba tan pupilo como yo, sobre todo porque tú lo sentías.

Me voy y, al hacerlo, me acompaña la calma porque siempre supe que así debía de suceder.

1 comentario:

Gloria dijo...

El que trata de parecer superior siempre tiene algo muy profundo que no ha iluminado y quiere esconder. No sabe que en eso estamos todos: aprendiendo. Abrazos.