Es como la tercera o cuarta vez que la visito. Es como la tercera o cuarta vez que la descubro. Cada vez que voy a Paris me voy con "tarea pendiente": se me quedan rincones y calles, museos y actividades por conocer.
Esta vez fue por asuntos de trabajo, la vez anterior fue por turismo pero me llevo a sincerarme conmigo misma, la vez anterior fue por puro gusto y muy breve.
De Paris, cada vez, me traigo cosas lindas y feas, cosas ruidosas y tranquilas, cosas grandes y chiquitas, olores fuertes y sutiles. Siempre me traigo algo más que sólo lo que traigo en la maleta, que sólo los recuerditos para la familia, que sólo el acento en mi francés fluido.
Y de este viaje me traje: un enamoramiento profundo de las plantitas que se apropian invasiva y salvajemente de los huecos que quedan entre las juntas de las losas de cemento de las aceras; el olor del Sena mientras caminaba cerca de él para salvar la distancia de un puente a otro con la mitad del ruido de arriba y un 10% de los peatones y bouquinistes; el calorcito del sol que se declaraba osadamente en plena primavera; los destellos de Notre Damme, La Concorde, El Palacio de Cristal y la Tour Eiffel en medio de las estatuas del puente Alejandro III; las largas tardes cuasi veraniegas que llegaban hasta las 8 pm...
... y la sensación de que Paris es como una gran señora que siempre se queda feliz de que uno la visite pero le gusta tener todo en orden para recibirlo a uno con un gran café, en un tazón, en medio de su salón.
(Les debo las fotos, ya las publicaré prontito...)
29 de abril de 2007
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